No es para menos.
Para la remodelación de las oficinas de la procuraduría, el gobierno del estado reconstruyó 12 mil 900 metros cuadrados con una inversión neta de 321 millones de pesos, 214 millones para el inmueble y 107 millones de pesos en equipamiento para los más de 25 laboratorios de especialidades científicas.
Quienes ya conocieron el recinto aseveran que son una oda al lujo, muy acorde con el estilo perfumado que hoy gobierna la entidad.
Amplísimas oficinas, acabados soberbios, mobiliario de gran diseño. Espacios cómodos y con mucha luz natural gracias a los ventanales.
Lástima que el dispendio no haya alcanzado a salpicar, aunque sea un poquito, a las oficinas de las delegaciones de la PGJ en el interior del estado.
Las oficinas de Tepeaca son un ejemplo de las miserables condiciones en las que el procurador Víctor Carrancá tiene trabajando a sus subordinados.
Fotografías en poder del que esto escribe y que se exhiben en este espacio dan cuenta del asqueroso, paupérrimo y ridículo estado en que se encuentran las “oficinas” de la Procuraduría en ese municipio poblano.
Habilitadas en barrancón, sobre un terreno que parece de estacionamiento, muros y divisiones de tablaroca con agujeros, un cielo raso razgado y sucio a manera de techo para ocultar láminas, señalética de ínfima calidad, sin ventanas, sin luz artificial, así están las oficinas de la PGJ en Tepeaca.
Hasta parece que habilitaron un corral o un establo.
¿Qué clase de servicio podrían ofrecer los trabajadores de la delegación de la dependencia si trabajan sin las más mínimas condiciones de decencia?
Justo cuando se habla de los derechos humanos para víctimas y delincuentes, ¿este tipo de instalaciones los enaltecen o acaban por denigrar a las personas?
Las fotografías hablan por sí solas.
Víctor Carrancá vive en su mundo utópico en donde no pasa nada, en donde su trabajo es impecable y en donde tal parece que mientras él pueda disfrutar de sus elegantes oficinas, privadas y aisladas del resto del mundo, sus trabajadores se pueden ir al carajo.