Por Valentín Varillas
Quítele las filias y las fobias.
Políticas o personales.
Intente dejar atrás logos, colores, siglas, partidos e ideologías.
Hagamos un esfuerzo por centrarnos en el análisis frío de una situación determinada – en este caso una muy complicada coyuntura – y las acciones que se llevaron a cabo para resolverla de la mejor manera posible.
A ver si el ejercicio funciona y cumple con su objetivo.
Nos guste o no, el gobernador de Querétaro Mauricio Kuri, dio cátedra de cómo llevar a cabo un control de daños efectivo, después de los hechos de violencia registrados en el estadio Corregidora.
Empecemos por lo menos importante.
En el preciso momento cuando la bomba estalla, el mandatario se encontraba en una de las salas de espera del Aeropuerto de la Ciudad de México, a punto de abordar un avión que lo llevaría a España, en una misión que buscaba atraer inversión productiva para su estado.
Canceló de inmediato y regresó a atender la situación.
Algunos pensarán que cualquier gobernante hubiera hecho lo mismo.
La historia nos indica que no siempre ha sido así.
Pero le repito, esto es lo de menos.
Lo más importante fue que, más allá del reparto de culpas, el victimismo o la infaltable estrategia de evadir la responsabilidad de cualquier área de su gobierno, Kuri privilegió la autocrítica.
Exigió un análisis detallado de los errores y omisiones de quienes forman parte de su administración y al momento de tener la información, reconoció que, aunque existían responsabilidades compartidas, el Estado había fallado en su obligación de garantizar la seguridad de quienes asistieron al partido.
En minutos, se cancelaron los contratos con la empresa de seguridad privada que, además de brindar el “servicio” en el estadio, tenía algunos otros firmados con distintas dependencias del gobierno estatal.
Se hizo público que el Sistema Estatal de Protección Civil había autorizado el inicio del partido con únicamente 290 elementos de seguridad, cuando se requerían por lo menos 400, de acuerdo con el protocolo establecido, tomando como base la cantidad de aficionados que habían entrado al estadio con boleto pagado.
Como consecuencia de esto, el gobernador despidió a cinco funcionarios de distintas jerarquías en el organigrama de PC.
Se presentó de inmediato en el Hospital General de Querétaro para atestiguar el número de heridos que ahí estaban siendo atendidos y conocer de viva voz cada uno de los partes médicos.
De esta manera, dio a conocer públicamente cifras oficiales y no las medias verdades, o de plano las descaradas mentiras que se manejaban en las redes.
Apareció de manera constante en sus cuentas de redes sociales y otros medios masivos de comunicación para actualizar los datos en tiempo real.
Para los siempre incrédulos, abrió una línea directa de comunicación para que a través del WhatsApp o por llamada, los familiares y amigos de los que en ese momento se decían desaparecidos pudieran exponer su caso y recibir por ese medio información sobre su paradero.
Estableció un canal de comunicación permanente con el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, para tener una retroalimentación del estado de salud de los aficionados del Atlas y saber también si su gobierno había recibido reportes de personas no encontradas o que pudieran haber perdido la vida en ese estado como consecuencia del enfrentamiento entre aficionados.
Solicitó a la Fiscalía investigar a fondo los hechos y en su momento, no tener empacho en determinar responsabilidades a los involucrados, no importando si se trataba de directivos del equipo, jugadores o cuerpo técnico, aficionados y hasta funcionarios públicos de su gobierno que no hubieran estado a la altura de su responsabilidad al momento de los hechos.
Utilizó toda la tecnología disponible para la identificación de los responsables y se llegó a la detención, hasta ahora, de 14 de los 26 señalados.
Seguramente en un espacio corto de tiempo habrá más.
Y con el avance de las investigaciones muy probablemente caigan también funcionarios de distintos niveles del gobierno estatal.
¿Qué más se puede hacer?
La verdad es que el manejo de crisis, el famoso control de daños, hasta el momento, ha sido ejemplar.
A muchos les costará reconocerlo en un ambiente de profunda y permanente polarización política.
Sin embargo, el propio presidente López Obrador – experto en politizar todo, absolutamente todo lo que pasa en el país -cuando fue cuestionado por los hechos de violencia en La Corregidora de inmediato se negó a responsabilizar a Kuri por los hechos y mucho menos se atrevió a acusarlo de omisión o fallas, en las acciones que ha realizado.
Ni hablar.
Muchos tendrían que aprender de esta historia y entender la importancia de contar con una estrategia profesional y efectiva al momento de enfrentar una crisis de gobierno.
La diferencia entre hacerle caso o no a los asesores, a los auténticos especialistas, a quienes están realmente capacitados para actuar en momentos como este y que por cierto, no cobran nada mal por sus servicios.
Se supone que para eso están, pero algunos, históricamente, los han tenido de adorno.
Vamos, cuando estaban en lo más alto del poder, ni siquiera los pelaron.
Por eso les fue como les fue ¿no cree?