26-04-2024 06:42:39 AM

El poder, iguala

Por Alejandro Mondragón

 

Tampoco oye, mira y habla. El síndrome presidencial, de cada sexenio, de ausentarse de la realidad le cayó a Andrés Manuel López Obrador.

 

Frente a las evidencias, el relevo de pruebas:

 

Feminicidios, los patrimonios de Bartlett, Eréndira Sandoval, Pío López Obrador, Felipa, Casa Gris, José Ramón López, su hijo, el escándalo de las grabaciones del fiscal Alejandro Gertz Manero que vulnera la división de poderes, las irregularidades de los programas de subsidios, Pemex y favoritismo a contratistas del Tren Maya, Dos Bocas, aeropuerto Felipe Ángeles y la infiltración del narco en vastas regiones del país.

 

¿Y?

 

Pues para el presidente todo forma parte de un complot orquestado por las mafias corruptas que se oponen a la Cuarta Transformación que él encabeza con los suyos bajo el halo de la pureza.

Es al final de cuentas la visión que se tiene desde el poder, no se mira hacia abajo. Todo es horizonte y cuando quiere enterarse, escucha lo que vieron y hablaron en la corte de aduladores.

 

El reflejo palpable que el poder, iguala.

 

Le pasó a todos los presidentes de la República. Gustavo Díaz Ordaz veía conspiradores comunistas en las protestas estudiantiles; Luis Echeverría a los capitalistas que empobrecían al país; José López Portillo denunció a los saca dólares; Miguel de la Madrid tampoco vio el auge del narcotráfico y culpó a sus antecesores.

 

Carlos Salinas de Gortari censuró las críticas en aras de trascender más allá de su sexenio hasta que mataron a Colosio y su hermano fue encarcelado por un Ernesto Zedillo que salvó la economía especulativa con el Fobaproa y condenó a la clase media.

 

Vicente Fox tampoco vio el cambio que él representaba y Felipe Calderón nunca se enteró de las ligas de Genaro García Luna, su secretario de Seguridad con el narco.

 

Enrique Peña Nieto y su grupo cometieron todo tipo de latrocinios. Ellos pagan la persecución, mientras él descansa en España.

 

Y López Obrador que tendría que ser la excepción de la regla tampoco oye, mira y habla ante lo evidente.

 

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