24-04-2024 04:11:05 AM

Enconos y amarres en tiempos de Reformas

Por Valentín Varillas

 

A nadie le queda duda la importancia que tuvo Rafael Moreno Valle como aliado de Enrique Peña Nieto en el anterior sexenio.

También de cómo el gobernador poblano acabó siendo una pieza fundamental en la suma de voluntades, para que se diera la aprobación de las famosas y hoy tan cuestionadas Reformas Estructurales.

Primero, como uno de los perfiles de mayor peso en la toma de decisiones al interior del Pacto por México.

Luego, como presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.

Sin embargo, para que todo fluyera como se esperaba, Rafael tuvo que limar asperezas en aras de superar viejos agravios, con parte del círculo más cercano al entonces presidente.

Con Pedro Aspe y Emilio Lozoya, por ejemplo.

De entrada, con Aspe Armella, gurú y maestro de buena parte de aquel grupo político, además de haber sido el autor intelectual de muchas de las iniciativas enviadas al Congreso de la Unión .

Juran que todo empezó en tiempos de Melquiades Morales, cuando el entonces gobernador decidió que fuera Protego, la empresa de Aspe, la encargada del proceso de reingeniería financiera del entonces Soapap.

Por alguna extraña razón, en la Secretaría de Finanzas que encabezaba Rafael Moreno Valle no cayó nada bien la designación.

Por otra extraña razón, en esa dependencia querían que fuera el despacho de María Elena Vázquez Nava el que se encargara de la titánica tarea de devolverle la viabilidad financiera al Sistema Operador.

Fueron casi tres años de pésima relación.

Según Aspe, desde Finanzas se obstaculizaba su trabajo, lo que le impedía lograr los resultados prometidos.

Según Finanzas, en Protego no existía la capacidad necesaria para estar a la altura del compromiso.

Al final, la empresa de Aspe abandonó el encargo y entró al relevo el equipo de Vázquez Nava.

El tema, hasta la fecha, no se olvida.

La vida se encargó de enfrentar nuevamente a ambos personajes.

En la coyuntura de la elección local de 2010, caracterizada por una intensa guerra de mierda, mientras Rafael Moreno Valle competía por ser gobernador del estado, Pedro Aspe era nombrado pomposamente “asesor financiero” de la campaña de su contrincante, Javier López Zavala, otro encargo igual de titánico que salvar financieramente al Soapap.

Tampoco resultó.

Con todo y asesoría financiera de primer mundo, la derrota fue estrepitosa.

Ya como gobernador electo, Moreno Valle tuvo un encuentro con Alfonso Romo allá en Monterrey, en donde aprovechó para criticar severamente a Pedro Aspe, uno de sus colaboradores más cercanos.

¿La razón?

Las sospechosas operaciones con dinero público realizadas a través de Vector, Casa de Bolsa, propiedad de Romo, que según Rafael habían contado con el aval directo del propio Aspe Armella, amigo cercano de los marinistas.

Salieron a relucir los más de 3 mil millones de pesos que se pusieron a “sudar” en instrumentos de alto riesgo y en cuentas operadas por la propia esposa de Gerardo Pérez Salazar, empleada de Vector en Puebla.

Al final, nada pasó y aquellas operaciones en Vector pasaron a ser parte del anecdotario sexenal de marranadas oficiales.

Por cierto, un poblano fue factor importante para lograr el acercamiento.

Se trata de Fernando Aportela, Subsecretario de Hacienda, quien fuera operador de la firma Protego y cuya hermana Gabriela fue contratada por Roberto Moya en la Secretaría de Finanzas del gobierno estatal.

En el caso de Lozoya, cuando se desempeñaba como Director General de la constructora OHL, Rafael Moreno Valle decidió, al inicio de su mandato, llevar a cabo sendos procesos jurídicos para revocarle a la empresa la concesión del Arco Norte otorgada por Mario Marín.

El asunto llegó a tribunales, pero ante la intervención de influyentes personajes del gobierno federal, el gobierno de Puebla decidió que todavía no impugnaría un reciente amparo ganado por la empresa en contra de la revocación.

Y a partir de ahí, sanada la relación con maestro y alumno, todo fue miel sobre hojuelas.

No hay enconos que duren, cuando convergen intereses políticos y económicos.

Al final, no hay amistad sin complicidad.

 

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