19-04-2024 01:27:45 AM

Realismo Económico vs. Realismo Mágico

Por Valentín Varillas

No, al final no hubo plan emergente para afrontar las consecuencias económicas que enfrentará el país por la pandemia mundial producto del Covid-19.

Más en tiempo pasado que en futuro -un vicio de conjugación verbal que ha caracterizado a la 4T- el presidente prefirió centrarse en los supuestos logros de su gobierno en materia social y asistencial, que en explicarnos su estrategia para paliar lo que se avecina como la peor crisis para el país en el último siglo.

Fiel a su esencia, no se movió un milímetro de su discurso.

Ese que minimiza lo que no le conviene y maximiza cualquier viento a su favor.

De entrada, en su óptica, el país vive una “crisis transitoria”, mientras otros líderes mundiales la catalogan como el reto más grande de sus respectivos países en la época de la post-guerra.

De ese tamaño.

Sus prioridades en términos del ejercicio de gobierno, siguen siendo las mismas, no se alteran por la emergencia.

Recalcó que la entrega de apoyos a los grupos vulnerables se refuerza y continúa.

Miles de millones en becas y apoyos, con su consecuente beneficio político-electoral.

Cargó en contra del pasado corrupto nacional y refrendó su compromiso con la honestidad.

Igual que cuando estaba en campaña.

Tampoco cambian, a pesar de la emergencia, sus proyectos “emblema”: aeropuerto de Santa Lucía, Dos Bocas y rehabilitación de refinerías, además del famoso Tren Maya.

Ni un peso del presupuesto asignado se les retira.

Ambigüedad absoluta en lo que a PYMES se refiere.

Esas que generan millones de empleos en el país y cuya enorme mayoría ha quedado condenada a desaparecer, o en el mejor de los casos a conectarse por décadas a un respirador artificial.

Tal vez lo realmente novedoso del mensaje-informe-terapia motivacional de ayer fue el anuncio específico de que México no recurrirá al financiamiento para enfrentar lo que viene.

A contrapelo del resto de los países del orbe, nos la vamos a jugar con recursos propios.

Echar mano de lo queda del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios y de los ya por decreto extintos fideicomisos públicos, que carecían de estructura orgánica, es la única opción.

No existe otra manera para financiar lo anunciado por el jefe del ejecutivo federal.

La apuesta es arriesgada, casi suicida.

De fallar, las consecuencias serán demoledoras, en lo económico, en lo social y por supuesto en lo político.

De darse el peor escenario, será interesante también analizar cómo se va a comunicar desde la retórica oficial.

Esa que ayer demostró que todavía está plagada de medias verdades y lugares comunes.

Se vio claramente en dos temas: cuando el presidente habló del número de infectados en el país, pero no informó que México es uno de los lugares del mundo en donde menos pruebas de detección del coronavirus se llevan a cabo, en proporción al número de habitantes.

El maniqueísmo oficial también apareció con la referencia al bajo precio de las gasolinas en el país, una consecuencia lógica de la caída en los precios mundiales del petróleo y no un logro de gobierno, mucho menos una graciosa concesión.

Sí, los nubarrones son oscuros y se ven muy cerca en el horizonte.

Y lo peor: a diferencia de otros lares, en donde la pandemia ha servido para unir a todos, en lo público y lo privado, al margen de diferencias ideológicas y políticas; en México ha servido para fracturar y dividir a una sociedad de por sí muy polarizada por el resultado del proceso electoral del 2018.

Ojalá que, por el bien de todos, la estrategia del presidente sea la correcta.

Que nos demuestre con hechos que tenía la razón, que “el milagro mexicano” fue posible y no que seguimos viviendo en un penoso Macondo, en donde el realismo mágico es el ingrediente principal para la toma de decisiones públicas.

 

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