Por Valentín Varillas
El presidente y sus asesores lo saben: el fracaso rotundo de la estrategia de combate a la delincuencia, que ha llevado a cabo el gobierno federal en este primer año de gobierno, resulta demoledor para la imagen y confianza de la figura presidencial.
Los números lo demuestran con total contundencia.
Existe una sostenida tendencia a la baja en la aceptación del jefe del ejecutivo, que se explica a partir de la óptica de los más de 32 mil asesinatos dolosos que han caracterizado el inicio de su administración y a la falta de confianza –abrumadora por cierto- de que las cosas mejoren en los cinco años que le restan al sexenio.
Ante este complicado escenario, les urge llevar a cabo acciones que eviten que las encuestas que miden la opinión ciudadana ante el desempeño presidencial sigan mostrando tendencias a la baja de manera consistente.
Una de ellas, anunciada por cierto en la mañanera de ayer, será exhibir públicamente a los gobernadores que, en la óptica oficial, no han estado a la altura de implementar programas efectivos de seguridad.
Más allá de criterios de eficiencia, van a ir al matadero del prestigio público y social aquellos que realicen pocas reuniones con su gabinete de seguridad o bien, que de plano no asistan.
Para el jefe del ejecutivo, la “hora nalga” o la “juntitis”, pesa más que dar resultados concretos, tangibles, medibles, en la lucha contra el delito.
Él mismo lo ensaya y se jacta de eso.
Todos los días, invariablemente, López Obrador pasa cerca de una hora con aquellos hombres y mujeres que considera son los “ideales” para garantizar la seguridad de los mexicanos.
El arranque de sexenio más violento en la historia, es el resultado hasta el momento.
Los criterios de medición del compromiso de los mandatarios estatales con el combate a la delincuencia quedó muy claro, cuando el propio presidente y horas después la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, destacaron el trabajo de Miguel Riquelme, gobernador de Coahuila, estado en el que tan solo el fin de semana, se dio un ataque del crimen organizado que dejó como saldo 22 muertos.
Así de bizarro anda el rasero.
Después de lo dicho por el presidente, pobre de aquel gobernador que no empiece a agendar, todos los días, largas y cansonas reuniones con su gabinete de seguridad.
Será señalado con el dedo flamígero de la 4T, exhibido como enemigo del pueblo bueno y sabio y tundido en redes sociales por esos miles de “espontáneos” usuarios que repiten como loritos las cantaletas que les dictan desde las imperdibles mañaneras.
¿Y los resultados?
Esos parecen de plano no importar en los nuevos tiempos políticos que estamos viviendo.
Aquí, son las intenciones las que pesan, las que son valoradas.
Qué más da el hecho de que, en materia de seguridad, nos esté llevando la chingada.