Por Jesús Manuel Hernández
A punto de cumplir 60 días en el gobierno, Miguel Barbosa deja líneas claras de la forma como serán las decisiones en su gestión.
Basado en las críticas populares a las acciones morenovallistas y a un concepto muy similar al usado en sexenios anteriores, una especie de política de “tierra quemada”; al iniciar un nuevo gobierno se buscaba frenar las obras pendientes del anterior, hacer que la gente olvidara al saliente y admirara al vigente.
Así, el Periférico Ecológico del Proyecto Regional Angelópolis se frustró a la salida de Manuel Bartlett; otros cambiaron la fachada y el nombre del Auditorio Siglo XXI por Metropolitano.
Moreno Valle fue el más incisivo en el tema, creó toda una iconografía de la ciudad para impactar las mentes de los habitantes de la capital con su nombre, sus iniciales, los tensores inútiles de los puentes formando las siglas de sus apellidos, las ciclovías inútiles, el teleférico sin razón de ser, la Estrella de Puebla puesta a competir en imagen y simbolismo con la Catedral de Puebla, el Museo Barroco como sustituto de la historia barroquísima de la ciudad que no lo vio nacer. La megalomanía inundó y dejó impronta en la obra pública.
Y así podrían enumerarse muchas obras, la mayoría derivadas del deseo protagónico del gobernador más que en atención a las necesidades de la población.
El caso de San Andrés Cholula fue un ejemplo notable, lo acaba de poner en la mesa de las decisiones el gobernador Barbosa, devolverán los predios al Ayuntamiento y según parece se pondrá en valor la honorabilidad de los luchadores de “Cholula Viva y Digna” que se opusieron a la construcción del “Parque Intermunicipal de las Siete Culturas”, que derivó en la detención de ciudadanos considerados como presos políticos.
Y qué decir del caso Chalchihuapan que costó la vida no sólo al joven José Luis Tehuatlíe, sino a otros de los lesionados que posteriormente murieron.
Barbosa puso el tema sobre la mesa hace unos días. ¿Se imagina usted cuántos personajes saldrán a relucir, vivos y muertos?
Y qué decir de la estafa de la reconstrucción por daños del sismo, el caso del Capfce, cuyo titular ahora está protegido por la función de magistrado.
Y dónde quedan los periodistas independientes, los medios que fueron censurados, presionados, a quienes se les cortó la publicidad o simplemente se les vetaba para entrevistas de funcionarios del morenovallismo.
Los operadores, los encargados de la otra batalla de Puebla, contra los líderes de opinión pública que no aceptaron formar parte del culto a la imagen, a propagar el mito que hoy está siendo deshecho, aunque desde las entrañas del nuevo gobierno quizá sigan operando algunos, disfrazados de independientes.
El culto a la imagen fracasó, el mito está deshaciéndose, los críticos perduran, los sobrevivientes de la persecución del morenovallismo, siguen.
O sea, la historia pone a cada uno en su lugar.
O por lo menos, así me lo parece.