Por ello, es que la llegada de la nueva Ley para el Cambio Climático aprobada en el Congreso del Estado, que entre otras cosas promueve el ahorro de papel, agua, luz y otras cosas, no les tomó por sorpresa: en el CIS lo hacen prácticamente desde que llegaron.
No sólo eso, la dotación de garafones de agua potable también es raquítica, y ya no hablar de los materiales de papelería para que puedan realizar su trabajo con el mínimo indispensable: escasean las hojas bond, las grapas, los clips, hasta los cojinetes para sellos.
Y aunque los empleados han tenido que aprender a trabajar con estas carencias, lo realmente grave es que la mayoría de los pisos donde están ubicados los burócratas carece de ventanas suficientes para una adecuada ventilación, y los equipos de aire acondicionado trabajan a cuentagotas, porque siempre hay problemas de luz.
A decir de los trabajadores del CIS, la falta de luz por espacios prolongados es una constante e inclusive, ha habido ocasiones en que personal se ha quedado atorado en los elevadores ante la falta de energía eléctrica.
Ya en broma, piden que ojalá y las luces de la Rueda de la Fortuna permanecieran encendidas más tiempo, porque su brillo alcanza a sus oficinas.
El cementerio de parafernalia electoral
Cuentan que en una bodega ubicada detrás del Villa Florida, en la vía Atlixcáyotl, yacen miles de cilindros, aplaudidores, bolsas de mercado, gorras, delantales y playeras: todos rojos y todos con propaganda escrita con Ü.
Cuentan que los encargados llaman a sus jefes para saber qué hacer con todo eso, si lo tiran, si lo regalan, o qué.
Cuentan que la respuesta de los patrones es: si les sirve, si los quieren, llévenselos.
Cuentan que los encargados se miran unos a otros y dicen: ¡no mames, si están bien pinches!
Cuentan que ahí seguirán, hasta que se pudran.
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