El detalle es que hoy no son las elecciones.
Apenas vamos en el día 12 de la campaña por la Presidencia. Faltan unos 80 días, hablando en números cerrados, aunque debemos quitar los días previos a la elección. Y aún pueden pasar muchas cosas.
El mismo Coordinador de campaña de Peña Nieto, Luis Videgaray mandaba ayer un mensaje en redes sociales y en Black Berry advirtiendo que “esto apenas comienza”, pues no faltan los priístas que ya andan festejando victorias inexistentes en muchos sitios del país. Y también ayer, Josefina Vázquez Mota advertía en entrevista que sí puede alcanzar a Peña y hasta “rebasarlo y ganarle”.
Y ambos tienen razón.
En 2004, en España, faltando cuatro días para la elección, todo cambió después de los bombazos de Atocha. El Partido Popular al parecer ganaría en cualquier encuesta hasta ese día… y perdió por algunos puntos. Porque los españoles castigaron las mentiras de Aznar al querer atribuir a la ETA los atentados, cuando ya los fundamentalistas musulmanes los habían reconocido como propios.
Y últimamente también el castigo es lo que funcionó en España: Las falsas promesas de Rodríguez Zapatero hartaron a los españoles y votaron en su contra. Claro, hoy ya están arrepentidos con Rajoy, al que seguramente castigarán en próximas elecciones.
En México el voto de castigo cada vez es más común y evidente. Porque los ciudadanos no razonan su voto en virtud de lo que hace un gobernante… sino por lo que deja de hacer o cumplir. El voto contra los partidos en el gobierno se ha vuelto una constante en el mundo, y también es directamente proporcional al propio desprestigio de la clase política en general.
La gente desprecia a los políticos y gobernantes por muchas razones: Porque ganan mucho, porque no cumplen, porque son corruptos, porque mienten y engañan, porque siempre quieren otro cargo. Por eso al razonar su voto, en los últimos años, los indecisos piensan más bien en cómo castigar a los malos gobernantes que en las propuestas de los que son candidatos.
La verdad es que muy pocos electores analizan propuestas. En primera porque casi todos los candidatos proponen lo mismo. Pero además porque son los sentimientos más que los razonamientos los que deciden el sufragio.
Y es bajo estos parámetros como debemos analizar la presente campaña electoral: No importa que Peña Nieto esté proponiendo generalidades (ayer decía que continuará con el Programa Oportunidades y que mantendrá al Ejército en las calles… ¡lo mismo que el PAN!). La gente que dice que votará por él lo hace por su carisma, por cómo habla y hasta por su físico. Es triste quizás, pero así está ocurriendo (y en todo el mundo es igual).
Por eso es que Josefina Vázquez Mota no logra hacer aún conexión con la mayoría de los mexicanos: No es carismática y proyecta inseguridad y hasta cansancio. Pero lo peor (para ella, claro): Representa al partido en el gobierno. Que ciertamente no está tan mal calificado por los mexicanos, pero que sí ha sufrido un buen desgaste en los temas económicos y de inseguridad y con ello atraerá inevitablemente el voto de castigo de los indecisos.
¿Cómo podrá cambiar Vázquez Mota, el PAN y el Presidente Calderón esa visión de la mayoría de los mexicanos? Ese es el reto.
Hasta hoy no han podido. No sé si en las semanas siguientes lo logren. Les quedan unas 11. No más.
LA NOTA AL PIE…
Y aún con todo lo dicho, las tendencias nacionales que favorecen a Peña Nieto no necesariamente son las mismas en algunos Estados, donde los candidatos a Senadores, Diputados o Alcaldes de extracción panista o perredista, están hoy a la cabeza. Todo indica que habrá voto diferenciado y aunque muchos voten por Peña, votarán para Senador o Diputado por otro partido.
Pero reitero: Hasta hoy. No sé si en unas semanas pueda activarse un “efecto Peña Nieto” y logre arrastrar a algunos desconocidos candidatos en algunos Estados, Puebla incluido.
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