De los iniciales saqueos y devastaciones que hicieron decaer a lo avanzado durante el Imperio Romano, las tribus germánicas se fueron mesclando con los habitantes de las tierras invadidas, proceso en el que se va diluyendo la Cultura Clásica o grecolatina.
Cabe señalar que las invasiones no se dieron por razones étnicas, políticas o religiosas, sino por lo atractivo de la forma de vida en el Imperio. Los invasores no pretendían aniquilarlo sino instalarse en él y de hecho los grandes caudillos bárbaros -y luego los reyes cristianos- reiteradamente intentaron restaurar la legitimidad del poder imperial y la unidad del espacio político, aunque a partir de diferentes puntos de vista.
Las invasiones socavaron las raíces de la “romanidad”, se perdió la unidad política, se rompió el espacio comercial del Mediterráneo, desaparece el aparato burocrático administrativo, se deteriora la infraestructura sin que nadie tuviera capacidad técnica ni económica para mantenerla, se desgarró la unidad lingüística y fueron configurándose las lenguas romances o románicas que aparecieron de la evolución del latín vulgar (entendido este como el que en las diferentes regiones hablaba el pueblo, distinto al latín clásico usado en los estamentos cultivados) y se van estableciendo el español, el portugués, el francés, el italiano, el rumano y diversas variantes de éstas lenguas…
Esto sucede en lo que muchos historiadores llaman ya Antigüedad Tardía segregando de la Alta Edad Media a los siglos III al VIII…
Un hecho fundamental para la Civilización Occidental Cristiana es el surgimiento de la Orden Benedictina, fundada por San Benito de Nurcia (480-547) quien estableciera el primero de los monasterios de la Iglesia de Occidente en Monte Cassino y escribiera -en 540- la Regula Monasterium o La Regla de San Benito, bajo la cual habrían de vivir y convivir los monjes.
El monacato benedictino se extendió por toda Europa, que vio edificar a miles de monasterios que fueron ganando amplitud y preeminencia. Hacia el año 700 pocas ciudades grandes de Italia, Alemania, Austria, Suiza, Francia, Bélgica, Inglaterra, Irlanda (que nunca fue invadida por las tribus germánicas), Portugal y España carecieron de uno y para el Concilio de Constanza (1415) había 15,070 sólo de la orden benedictina.
Las abadías siguieron un modelo arquitectónico ajustado a La Regla de San Benito siendo su aspecto el de una villa que contenía todo lo necesario para la vida de los monjes, cuyo lema era Ora et Labora. Tenían dentro de sus murallas su propio molino, panadería, establos y talleres, de modo que no fuese necesario a los monjes salir del monasterio…
Con un gran orden y productividad suscitados por la voluntaria observancia de La Regla, se cultivaban la tierra y muchos oficios, además del estudio, transcripción y difusión de los textos heredados de la Antigüedad Clásica. La labor de los monasterios guió a las comunidades hacia una nueva forma de vida que por superior a lo conocido hasta entonces, indujo a la apaciguadora y masiva conversión de los pueblos bárbaros al cristianismo y conservó y propagó el conocimiento hasta nuestros días…
Esto propició un importante crecimiento demográfico y la expansión económica y cultural, roturándose nuevas tierras y restaurándose paulatinamente las antiguas rutas comerciales que abrieron también los caminos de peregrinación. Así se va unificando nuevamente una cosmovisión compartida por todos los pueblos de Europa, que iban gestando a los reinos cristianos mientras veían el esplendor de Bizancio y la expansión del Islam…
El Emperador y el Pontífice
En ese entorno en el que el Imperio Bizantino y los primeros reinos cristianos se confrontaban contra el Islam y frecuentemente entre sí, alguien logró imponerse… Este fue el reino de los francos que se desplegaría como Imperio Carolingio sobre lo que hoy son Francia, Alemania, Austria, Hungría, Italia, Rumania, Eslovenia, Croacia y Dalmacia.
Carlomagno -rey de los francos- conquistó a los lombardos y a los sajones, luchó contra los moros en Al Andaluz y contra los eslavos al norte y al este de sus dominios y derrotándolos unificó a un gran imperio cuya característica fundamental fue la articulación del poder civil y el poder religioso.
Para controlar tan vastos territorios requería de una burocracia eficaz, para lo cual emprendió una campaña educativa que implicaba alfabetizar a amplias capas de la población, así que se aplicó a desarrollar escuelas según el modelo de la Escuela Palatina de Aquisgrán (781) de la que designara director a Alcuino de York, reforzándose también la actividad cultural de los monasterios donde se copiaron y difundieron muchos tratados de diversas materias. Paralelamente desarrolló un sistema monetario único para todo el Imperio, lo que facilitó el comercio entre las diferentes regiones.
En tanto, la Iglesia fue la única instancia capaz de preservar el vasto legado cultural de la antigüedad, así como el propio idioma que en el pasado cohesionó al Imperio -el latín- y aunque apenas forjaba sus propias estructuras pudo contribuir a la gestación de las nuevas instituciones civiles.
Inspirados en gran medida por el pensamiento político expresado en La Ciudad de Dios de San Agustín de Hipona (354-430), el emperador se decía legítimo heredero del Imperio Romano (rivalizando en esto con el emperador bizantino) y el Papa como sucesor de San Pedro simbolizaba la unidad de la Iglesia. Lograron trabajar en conjunto sentando bases para la integración político cultural de Europa, suscitando el llamado Renacimiento Carolingio precursor del Sacro Imperio Romano Germánico que subsistiría hasta 1806.
Sin embargo Carlomagno no alcanzó a desarrollar una organización política suficientemente sólida y el Imperio dependía en gran medida de la fidelidad de los nobles al emperador, cuando se vivía en una sociedad rural con baja actividad comercial y economías de subsistencia en cada comarca o condado, lo que fue conformando al feudalismo en el que los señores eran cada vez eran más autónomos, por lo que era natural que la gente respondiera más a la autoridad de su señor que a la del emperador, de manera que a la muerte de Carlomagno se perdió el liderazgo y la cohesión dando paso a la consolidación del modelo feudal europeo que habría de enfrentar a los ataques de los normandos en occidente y de los eslavos en el norte -que finalmente se cristianizaron- y del Islam en el oriente que más tarde acabaría con Bizancio y se constituiría en el Imperio Otomano.