22-11-2024 08:45:20 AM

El Imperio Bizantino II

El Imperio sufre prolongadas guerras religiosas (723-843) entre los iconoclastas (partidarios de la prohibición de las imágenes religiosas) y los iconódulos (contrarios a dicha prohibición). La primera etapa se dio cuando el emperador León III suprimió el culto a las imágenes, hasta 787 cuando fue restablecido por el II Concilio de Nicea, y la segunda entre 813 y 843 cuando fue definitivamente restablecida la ortodoxia.

Más que un debate teológico, fue una lucha para mermar el poder del Patriarcado de Constantinopla (iconódulo) frente al del emperador (iconoclasta), en tanto que la pérdida de los territorios del oriente arábigo dieron por terminadas las luchas contra la herejía de los monofisistas, lográndose la unidad religiosa en el Imperio.

En los siglos siguientes se recuperó la estabilidad y se produjeron importantes cambios…

Al perder el Imperio los territorios habitados por pueblos árabes (Siria, Mesopotamia y Egipto) en oriente, e Italia en occidente, se fortalece la identidad griega, de manera que se abandona el latín como idioma oficial, a favor del griego (adoptando el emperador el título de basileus en lugar de augustus), lo que permite una reestructuración del territorio, del Estado y del ejército, lográndose una mayor eficiencia para su defensa. Al perderse las provincias africanas, que eran las de mayor desarrollo comercial e industrial, la economía se tornó básicamente agropecuaria. La presencia naval islámica en el Mediterráneo contrajo los mercados y eso repercutió en el decrecimiento de las ciudades y en la feudalización del campo.

La estabilidad interna y el debilitamiento del Califato Abasí (con capital en Bagdad), que se dividió dando surgimiento al Califato Fatimí en el norte de África, permitió a Bizancio recuperar Chipre, Creta y parte de Siria, a la vez que el gran enemigo occidental, que era el Estado Búlgaro (que incluía a Macedonia, Tracia, Serbia y Albania) se convirtió al cristianismo a mediados del siglo IX y se anexó al Imperio. Poco después, los monjes tesalonicenses Cirilo y Metodio (conocidos como apóstoles de los eslavos) evangelizaron Moravia, para lo cual crearon una lengua literaria y un alfabeto. Aunque el éxito en Moravia fue limitado, en La Rus´ de Kiev (Estado Ruso antiguo) fue mayúsculo pues se convierten al cristianismo Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, que formaron al mayor Estado europeo de aquella época (862-1349).

La relación con occidente fue complicada, porque desde la coronación de Carlomagno (800) ambos imperios pretendían su hegemonía sobre la cristiandad, lo que implicaba no sólo lo político, sino también lo religioso.

El Gran Cisma (1054)

El llamado Gran Cisma de Oriente y Occidente no es sólo una división de la cristiandad entre la agrupada en torno al Papa con sede en Roma y el Patriarca Ecuménico con sede en Constantinopla, sino también consecuencia de las rivalidades políticas y económicas entre el Sacro Imperio Romano Germánico y el Imperio Bizantino.

Ya en el año 857 el Patriarca de Constantinopla -Focio- se había sublevado contra el Papa declarándose patriarca universal, pero aunque su tentativa fracasó, las tensiones prosiguieron. El Papa reclamaba autoridad sobre toda la cristiandad, y los patriarcas de oriente alegaban que el obispo de Roma era solamente primero entre pares “Primus inter pares”, mientras ambos emperadores reclamaban para sí en título de Emperador Romano.

En el año 1054, el enviado del Papa León IX emite una bula excomulgando a Miguel I Cerulario, Patriarca de Constantinopla, quien respondió excomulgando al mensajero y alegando la invalidez de su propia excomunión, dado que cuando se emitió, el Papa León IX había muerto, añadiendo que en todo caso la excomunión era sobre una persona y no sobre la Iglesia de Oriente. Para efectos prácticos, se dieron variaciones en las prácticas litúrgicas (calendarios y santorales distintos) y disputas sobre las jurisdicciones episcopales y patriarcales y reivindicando cada una para sí la exclusividad de la fórmula “Una, Santa, Católica y Apostólica” en virtud de ser la única legítima heredera de los Apóstoles y acusando a la otra de haber abandonado a la “Iglesia Verdadera” durante el Gran Cisma.

A pesar de esos desencuentros, ambas iglesias se reunieron en 1274 (II Concilio de Lyon) y en 1479 (Concilio de Basilea), en donde las coincidencias doctrinales no lograron aliviar los resentimientos ni evitar los repudios. Ya en nuestros tiempos, algunas Iglesias Orientales decidieron aceptar la primacía del Papa y ahora se denominan Iglesias Orientales Católicas y a consecuencia del Concilio Vaticano II se han venido dando acercamientos que entre otros resultados han logrado «cancelar de la memoria de la Iglesia la sentencia de excomunión que había sido pronunciada»

Arte y Cultura en Bizancio

En el mundo helenístico la cultura adoptó un mismo lenguaje en torno a su cosmovisión, y esta prevaleció durante el Imperio Romano hasta que con las invasiones de los bárbaros -en occidente- se fueron difuminando antes de que el cristianismo arraigara ahí, mientras que Bizancio se consolidaba en oriente desarrollando en los siglos V y VI expresiones artísticas profundamente enraizadas en el mundo helenístico y continuadoras del arte paleocristiano oriental…

Así nace la cultura bizantina como confluencia de las tradiciones griegas, helenísticas, romanas, orientales y paleocristianas, siendo transmisora de conceptos artístico culturales que influyen poderosamente en el arte románico, posteriormente en el gótico y en toda la cultura occidental. Destacan entre las grandes obras de la arquitectura bizantina el templo de San Sergio y San Baco (527-536) donde se empieza a emplear la cúpula, la portentosa basílica de Hagia Sophia (532-537) en Constantinopla de San Vitale (538-547) y San Apolinar in Classe (547) en Rábena (principal enclave bizantino en Italia).

En una segunda Época de Oro (siglos IX al XIII) surgen grandes obras como la basílica de San Marcos en Venecia (828-1063-s. XV) y a la cristianización de los pueblos eslavos, Santa Sofía de Kiev (1017) y San Jorge en Novgorod. La evolución del arte bizantino en Europa del este adquiere características muy singulares como las cúpulas en forma de bulbo (o acebolladas) cuyo mayor ejemplo se encuentra en la catedral de San Basilio (1555-1561)  en Moscú, ya en su tercera Época Dorada que se centra en el siglo XIV.

La pintura y los mosaicos bizantinos han tenido un papel relevante en la evolución de la representación plástica, que se aleja del realismo clásico y asume la idealización de los personajes y las situaciones. El uso de un nuevo material -el mosaico elaborado con vidrio- gesta un nuevo género artístico -el musivario o “mosaiquismo”- que da gran suntuosidad a los espacios arquitectónicos.

La iconografía cristiana surge en Bizancio, que en la pintura se expresa principalmente en óleo sobre madera, mientras que la escultura no se desarrolló a la par que otras expresiones artísticas por la acción de los iconoclastas (723-843) que sistemáticamente destruyeron gran cantidad de obras e impidieron el desarrollo de esta arte. Es notable el influjo islámico sobre las artes figurativas, la orfebrería y los textiles…

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