La República Romana fenece como sistema político cuando Julio César se había hecho nombrar Dictator perpetuus (Dictador Perpetuo), y cuando su asesinato en 44 a.C. suponía la restauración de la República su hijo Octavio toma el poder derrotando a Marco Antonio y a la célebre Cleopatra y es nombrado emperador.
Fue él -ya con el título de Cesar Augusto– quien consolidó el sistema político imperial, en base a su liderazgo sobre las legiones, a los títulos obtenidos bajo el sistema republicano y a su poder económico que le permitía sostener a amplias clientelas. Sometió al Senado y dio pauta a la forma en que había de gobernarse al imperio que a partir de entonces vivió el periodo conocido como Pax Romana.
La Pax Romana o Paz Romana fue un largo periodo de paz logrado con la consolidación del Imperio y se prolongó desde los tiempos de César Augusto (24 a.C.) hasta los de Marco Aurelio (180 d.C.) y la expresión resulta del hecho de que la administración y el sistema legal romanos así como su superioridad militar acabaron con las guerras entre las ciudades griegas, entre las tribus galas y otros conflictos. La paz se dio sólo al interior del Imperio, porque se seguía combatiendo contra los pueblos de la periferia (germanos, persas, etc.), sin que ello implicara guerras a gran escala como lo fueron las Púnicas o las Macedónicas.
En lo político, el poder absoluto de los emperadores se ejerció con sabiduría, y la seguridad jurídica así como las vías de comunicación eficientes favorecieron al comercio y este estimuló la producción a gran escala, lo que generó excedentes que se aplicaron al desarrollo de infraestructura y al embellecimiento de las ciudades.
Todo esto romanizó al mundo de su tiempo, unificando el idioma, el alfabeto, la numeración, el calendario y las leyes y costumbres, así como muy diversas expresiones culturales y artísticas, sin embargo durante el periodo de hegemonía romana no hubo un gran desarrollo científico ni artístico, sino que se mantuvo lo logrado hasta el Periodo Helenístico. Aún en lo religioso, el Panteón Romano adoptó a la mitología griega.
La gran aportación de Roma a la Humanidad es el Derecho Romano, que supuso la primera recopilación científica de las normas que deben regir las relaciones de los ciudadanos entre sí y con el Estado, así como las relaciones entre los Estados. A partir de César Augusto se impulsa el desarrollo de las ciencias jurídicas, destacándose personajes como Gayo (120?-178? d.C.), Ulpiano (170-228 d.C.) y Papiniano (150-212 d.C.), hasta que Justiniano I (Emperador de Oriente) en el siglo VI ordena la compilación y ordenación de los diferentes códigos en el llamado Corpus Iuris Civilis.
El aparente desinterés romano por profundizar en la ciencia o innovar en el arte, se compensa con creces en lo que se refiere a la aplicación del conocimiento desarrollando tecnologías diversas, mejorando los modos de cultivo agrícola con sistemas de riego y fertilización; molinos hidráulicos; sistemas de calefacción central; importantes obras de infraestructura, como acueductos y sistemas de agua potable y alcantarillado en las ciudades y caminos pavimentados que articularon eficientemente al Imperio; faros en los puertos; máquinas e ingenios de guerra; etc.
Construyeron importantes edificios públicos con diferentes funciones, como teatros, coliseos, circos, termas (baños), y arcos y columnas conmemorativas… también desarrollaron una importante organización sanitaria, que iniciando con hospitales militares fueron consolidando un sistema de hospitales estratégicamente distribuidos por el Imperio. Igualmente fueron surgiendo las escuelas municipales.
Es impresionante lo logrado por el Imperio Romano, por lo que su declinación y disolución no dejan de ser uno de los grandes fenómenos socio-políticos de la Historia de la Humanidad. Ampliamente estudiada, diversos autores sintetizan las causas de la desaparición del Imperio en las siguientes:
Emperadores débiles, caudillismo militar y político profundamente corrompido y desbordamiento de una burocracia desleal a la nación y al Estado
Inestabilidad política, revueltas sociales, bandidaje en las vías de comunicación
Empobrecimiento generalizado por la depreciación de la moneda, la carestía, y la contracción de la actividad comercial que a su vez afectó a los productores agrícolas e industriales y a otros prestadores de servicios.
Pestes, disminución de la población y abandono de tierras (colonato) que en el entorno de la cristianización del mundo romano fomentó la liberación de esclavos, lo que fue antecedente al sistema feudal
“Barbarización” de las legiones, que en medio de las guerras civiles se dieron al saqueo y finalmente destronaron a los funcionarios civiles romanos que ya eran incapaces de afrontar los retos administrativos y militares.
Las invasiones germánicas en occidente y persas en oriente
En este entorno se da la llamada Crisis del siglo III entre 235 y 284, cuando se registra la llamada Anarquía Militar, periodo en el que en distintos momentos y lugares, diferentes unidades del ejército romano llegaron a proclamar a más de veinticinco emperadores, cada uno con dominio sobre diferentes territorios y enemigos entre sí. Este fenómeno es considerado como el final de la antigüedad clásica y el inicio de la antigüedad tardía.
Recuperado el control del Imperio, en 313 el emperador Constantino el Grande promulga el Edicto de Milán, que reconoce la libertad de culto a los pobladores del Imperio, beneficiando principalmente a judíos y cristianos, religión esta última que -arraigada ya en Oriente- a partir de entonces se derrama sobre el Occidente.
En el año 324 el emperador decide el traslado de la capital del Imperio a Bizancio, refundando la ciudad, en la que realizó importantes mejoras. En 330 inaugura a una ciudad totalmente renovada a la que llama Nea Roma Constantinopolis (Nueva Roma de Constantino). La ciudad fue embellecida a costa de otras ciudades del Imperio (Alejandría, Éfeso, Atenas, etc.), cuyas mejores obras fueron trasladadas a la nueva capital.
En 325 convocó al I Concilio de Nicea, que fue el primero después del de Jerusalén (50 d.C.) encabezado por San Pedro y San Pablo. Presidido por el obispo Osio de Córdoba, Nicea I sentó las bases para la unidad de la doctrina cristiana promulgando el Credo Niceno. En el 340 fundó la Universidad de Constantinopla, que recuperó el papel que había tenido la Biblioteca de Alejandría. Construyó templos cristianos (como el de Sta. Irene) y paganos, abolió la crucifixión, las luchas entre gladiadores y reguló el divorcio, dando mayor protección a la mujer.
Aunque fue bautizado en su lecho de muerte, por sus obras es considerado por la historia como el primer emperador cristiano y en la Iglesia Ortodoxa se le venera como santo. A su muerte (337) la división del Imperio estaba dada en los hechos.
La división del Imperio inició en tiempos de Dioclesiano (284-305) y se consumó en 395 con Teodosio I, quien heredó a su hijo Arcadio en Imperio de Oriente (o Bizantino) y a Honorio el de Occidente.
Después de ocho décadas de invasiones de los bárbaros, de los saqueos a la ciudad de Roma en 410 por Alarico y 455 por Genserico, de los acechos de Atila (el azote de Dios), de revueltas y magnicidios, en el año 476 el último emperador romano Rómulo Augústulo fue depuesto por Odoarco, rey de los hérulos.