Por Jesús Manuel Hernández
Apenas el pasado 13 de febrero el gobernador Armenta Mier lanzó la convocatoria llamada “Pinta tu Ciudad”.
Entre otros detalles figuró llamar a los graffiteros locales a expresarse libremente en espacios, bardas destinadas a esa modalidad cultural, como ha sucedido en otros países donde el graffiti alcanza niveles de obra de arte y pasan a convertirse en propiedad del paisaje urbano.
Quizá el gobernador haya recibido reportes de lo que está pasando en el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, donde varias manifestaciones de graffiti se vienen sumando todas las noches ante la ausencia de vigilancia, descompostura de cámaras y también ante la falta de mantenimiento de las fachadas.
Los casos de pintas en casas particulares son menos significativos, pues los inquilinos, vecinos, dueños, tapan inmediatamente con pintura más oscura las manifestaciones callejeras.
Pero, extraña y curiosamente, edificios públicos, algunos de ellos enlistados en el Patrimonio Mundial de la Humanidad, han sido elegidos específicamente para las manifestaciones graffiteras.
Algunos cientos de miles, tal vez millones, de pesos han sido invertidos por la autoridad municipal para promover a la capital como destino turístico, se habla de la bondad de la arquitectura, de la gastronomía, de las bellas artes y costumbres, pero la campaña no va acompañada de la corrección, del control de las pintas en fachadas en calles turísticas.
Dos ejemplos saltan a la vista.
Uno, en la 16 de septiembre, entre 7 y 9 poniente donde se encuentra la famosa Casa del Dean de la Plaza, un edifico rescatado de la piqueta del entonces poderoso sector del entretenimiento, Operadora de Teatros, Jenkins-Espinosa Iglesias- Alarcón, pretendió demoler la casa para sustituirla por el Cine Puebla.
Un grupo de poblanos, defensores del patrimonio edificado, se opusieron y consiguieron dejar levantada la parte de la fachada y la primera crujía y algo más.
En 1953, David Bravo y Cid de León (qepd) y Efraín Castro Morales, por cierto, el único Cronista oficial de la ciudad, descubrieron debajo de capas de papel tapiz y varias de cal los famosos murales del Dean de la Plaza.
Las Sibilas, con el don de la adivinación, que están en el primer mural; el segundo mural recibió el nombre de “Los Triunfos”.
La Casa del Dean, siglo XVI, se convirtió en museo, forma parte del INAH y es uno de los sitios más importantes de la ciudad.
Pero… los graffiteros han usado su fachada como superficie para dejar la impronta, los mensajes, de las bandas que ocupan el centro de la ciudad. Muchos policías pasan por ahí, autoridades locales, estatales y federales tienen que transitar por la 16 de septiembre, o para comer en El Mural de los Poblanos, o por que trabajan en las oficinas del SAT y Correos.
¿Acaso nunca han visto las pintas en la fachada? Al tratarse de un edificio federal, corresponde al INAH la supervisión, pero la vía pública, acondicionada por el anterior gobierno panista, dejó la calle peatonal y es responsabilidad del Ayuntamiento su vigilancia y mantenimiento.
La segunda casa responde a una de las secciones del Antiguo Trato de Tocinería, la esquina de la 2 sur y la 9 oriente ha sido ocupada desde tiempos del gobernador Morales Flores por oficinas públicas, los últimos años el Instituto de la Mujer y ahora por la Secretaría de Igualdad Sustantiva, o sea, es una dependencia estatal, en un edifico histórico construido en 1602 y también enlistado por la Unesco, está a unos pasos del Museo Amparo, sobra decir que es zona de mucho turismo.
Asombra que las autoridades municipales no se han dado cuenta de las pintas en edificios públicos, desanima que los ocupantes de estos dos edificios no hayan reparado las pintas y dejando los espacios libres para la “competencia” de los graffiteros.
Y preocupa que mientras el Gobierno del Estado convoca a “Pinta tu Ciudad” el municipal deja que pinten edificios históricos y públicos.
O por lo menos, así me lo parece.