Por Valentín Varillas
Buscar la gubernatura de Puebla, en una elección en donde además está en juego la presidencia de la República y con la dinámica actual con la que se mueve la política local, debe de ser una decisión fría, calculada, estratégica, al margen de obligaciones partidistas y calenturas cortoplacistas.
Sobretodo si perteneces al único partido realmente opositor al oficialismo.
Más si el que se supone que debe ser tu aliado estratégico de mayor valía, tiene a sus principales liderazgos, operadores y estrategas, jugando las cartas y los intereses de Morena en la entidad.
No, la verdad es que no está fácil.
El reto parece titánico y un mal cálculo deja marcas de por vida.
No sólo en lo público, también en lo privado.
Aniquila carreras.
Por todo esto, resulta muy normal que en este complicadísimo contexto, surjan las malditas dudas.
Esas que ya le quitan el sueño al actual presidente municipal de Puebla, sin duda, el producto electoral más rentable para la derecha poblana.
Él mismo las ha hecho públicas en distintas declaraciones a los medios de comunicación.
Ha dejado muy claro que, para que decida convertirse en el candidato del PAN a la gubernatura, deben de conjugarse varios factores.
La mayoría, no se han decantado aún.
Y ha mandado mensajes muy claros al PRI poblano en términos de definición.
Porque mientras a nivel nacional se signan acuerdos, se pactan compromisos y se publican alegres fotos de los dirigentes nacionales de los adversarios de la 4T, aquí, como le comentaba líneas atrás, se vive una realidad completamente diferente.
Es auténtica la versión de que, en pláticas con el líder nacional de su partido, Marko Cortés, Eduardo Rivera ha pedido explorar la posibilidad de considerarlo seriamente como una opción real para llegar al senado de la República.
Ahora bien, los números muestran una amplia ventaja de Morena y sus aliados en términos de intención de votos.
Más de 20 puntos con respecto al posicionamiento de marca de los partidos, medidos en el esquema de coalición y considerando al PRI como parte de esta alianza.
Ya en los careos: es decir, poniéndole nombre a los probables candidatos, la distancia se cierra llevando al actual alcalde de la capital como abanderado.
La apuesta es ganar la capital y los municipios conurbados que actualmente tienen gobiernos emanados del blanquiazul.
Lo que no miden estos valiosos ejercicios estadísticos es el peso y la capacidad de movilización de las estructuras el día de la elección.
Es claro que el presidente vive obsesionado con la continuidad de su movimiento, por lo menos un sexenio más.
Que va por todo con tal de lograr su objetivo y que apretará a los gobiernos estatales emanados de Morena para ganar sus entidades y sumar votos al proyecto de quien resulte el o la designada para sucederlo.
Enfrentar el peso del “aparato”, no es cualquier cosa.
El voto orgánico en zonas urbanas, es sin duda importante para ganar un proceso electoral.
Es el que proviene de ciudadanos que salen de votar de manera espontánea, sin un interés político o económico de por medio.
Si se alcanzan niveles importantes de participación, su peso específico en la determinación de ganadores y perdedores, crece.
Sin embargo, dudo mucho que sumen más que el poder económico y la estructura de operación electoral que el oficialismo echará a andar para ganarlo todo.
Y esto, en términos de política real, no del deber ser, es, ha sido y será, el factor más importante en esta ecuación.
Si no fuera así, presidentes municipales, diputados locales y federales, además de aquellos cacicazgos priistas que siguen controlando algunas zonas importantes del territorio estatal, estarían llegando a acuerdos con Rivera Pérez, en lugar de integrarse a los proyectos de Ignacio Mier, Alejandro Armenta o Julio Huerta.
Por cierto, ante la posibilidad de que Lalo no compita por la gubernatura, este trío ya afila los cuchillos y prepara el arsenal para una guerra intestina que será de antología, hasta que desde la oficina principal de Palacio Nacional se dé el esperado manotazo en la mesa y llegue la tan anhelada señal.
Mientras, se van a dar con todo.
Ya lo verá.