Por Valentín Varillas
No hay que irse con la finta.
Ya sea la encuesta de El Financiero, que lo ubica en 55%.
O la de Reforma, que le da 59 puntos.
Hoy existe un elemento claro, contundente y definitivo, que hace que la aprobación de López Obrador sea en los hechos muy distinta a la que en su momento tuvieron Zedillo, Fox o Calderón, aunque los números sean prácticamente iguales.
Y es que aquí, a diferencia de otros aspectos de la política en donde las cifras son frías y eliminan cualquier subjetividad, hay un factor que hace toda la diferencia: el impresionante y acelerado avance de la tecnología.
De manera concreta, la aparición de los teléfonos inteligentes.
Esos a los que se integraron más adelante las famosas redes sociales.
Y este “simple” hecho, cambió de manera radical al ser humano.
En todo.
Usos y costumbres, maneras de socializar y comportarse, pero sobre todo: las formas de acceder a la información.
Pública o privada.
Del gobierno de Fox a la fecha, es otro mundo.
No hay comparación.
En estos tiempos, gracias a la inmediatez que permiten las distintas plataformas y a la facilidad con la que se masifican los mensajes, es mucho más difícil esconder lo que antes se escondía.
Decenas de millones de mexicanos que cuentan con un dispositivo móvil y una conexión a internet, fija o móvil, es en los hechos un reportero en funciones dispuesto a captar lo que suceda en tiempo real.
Y no hay manera de taparlo.
Mucho menos de impedir su “viralización”.
Así, en este formato, hemos visto en vivo y en tiempo real todo tipo de hechos delictivos o actos de corrupción cometidos por toda clase de funcionarios públicos.
La redes son incontrolables y juegan naturalmente en contra del sistema.
Esta realidad ha facilitado mucho la filtración de información.
Documentos contundentes que han resultado demoledores para el prestigio y buen nombre de todo tipo de personajes de la vida pública nacional.
Por todo esto: el 59% de aprobación de López Obrador, nos guste o no, es incomparable con la valoración que en su quinto año de gobierno mostraron algunos de sus antecesores.
El país es otro, el mundo entero cambió.
No admitirlo, sería el equivalente a concluir -por un tema de filias y fobias- que a finales de 2022 seguimos siendo los mismos seres humanos que hace casi dos décadas.
No hay manera.
Así que, a asimilarlo: López Obrador pasará a la historia como el presidente mejor evaluado del país.
No le busquen.
No hagan el ridículo tratando de negar lo evidente.