Por Valentín Varillas
A contrapelo de lo que aseguraba Monterroso -en el cuento más breve de la historia- en Sonora, al despertar el pasado lunes, el dinosaurio ya no seguía ahí.
El PRI en ese estado se quedó sin diputados locales.
No hay ya representantes del tricolor en el legislativo estatal.
En la tierra de Beltrones: el omnipresente y omnipotente.
El que lo ganaba todo y contra todos.
Increíble.
Hace unos años, simplemente impensable.
Pavlovich traicionó a Manlio Fabio, le entregó la plaza a AMLO a cambio no solo del consulado en Barcelona, sino de impunidad garantizada por los siglos de los siglos.
Es un fenómeno local, sí; pero que ya se extiende a lo largo y ancho del país.
Tal vez no con la contundencia y el descaro de lo que pasó en Sonora pero ahí están los ejemplos de Sinaloa, Hidalgo, Oaxaca y próximamente Coahuila y el Estado de México.
Los otrora virreyes priistas han rendido la plaza en una estrategia de auténtica supervivencia y han convertido a la institución creadora de la llamada “dictadura perfecta”, en un partido absolutamente marginal.
En Quintana Roo, por cierto, con un riesgo real de perder su registro para competir en elecciones locales.
Y hay quienes todavía se atreven a preguntar ¿cuál cambio?
¿No lo ven todavía?
El destino el tricolor apunta a que se convierta en el corto plazo en otra meretriz de la política, condenado a subsistir a través del esquema de las alianzas.
O como en el caso de Puebla, condenado a ser comparsa del partido en el poder, para mantener algunas posiciones de mediana importancia.
Ya hablamos de cómo sus operadores se han vuelto incondicionales de aquellos morenistas que tienen proyecto para el 2024.
Hacen sus números, sus cálculos y ponen sobre la mesa de negociaciones promesas de votos a favor del partido en el poder.
Sean estos reales o imaginarios.
Su objetivo es generar facturas que, en sus sueños más húmedos, esperan cobrar algún día.
No les interesa su partido.
Lo dan por muerto.
Por eso no impulsan liderazgos que puedan competir seriamente.
Buscan perfiles sacrificables, prescindibles, cuya defenestración no afecte a quienes realmente manejan el partido en a entidad.
A la par, impulsarán con todo la alianza con Morena en la entidad, pero están conscientes de que esto depende de cómo se mueva la correlación de fuerzas en el seno de la oposición a nivel nacional.
70 años encabezaron un régimen de partido único que trascendió inclusive al Partido Comunista Soviético.
El que en teoría fue el único capaz de conjuntar las distintas corrientes e intereses que se detonaron a partir de la Revolución Mexicana.
El amo y señor de la política nacional del siglo XX está en peligro de extinción.
La explicación es multifactorial, pero es claro que el alumno superó al maestro.
Que hoy, Andrés Manuel López Obrador encabeza un régimen que ha llegado a concentrar un nivel de control político superior al de muchos presidentes emanados de las filas del tricolor.
Simplemente, el “monstruo” que ellos mismos ayudaron a crear, se les volteó y los engulló.
Descansen en paz.