Por Valentín Varillas
Así como hasta hace muy poco, la política nacional tenía como eje central para su análisis e interpretación la disputa Salinas-Zedillo, actualmente el pacto de impunidad Peña-AMLO parece jugar el mismo papel.
A pesar de haber dejado la presidencia, los compromisos y amarres que dejó antes de su voluntario exilio en España son los que definen el derrotero de temas fundamentales para la vida pública nacional.
Y bajo esta lógica no solo se va redefiniendo la correlación entre fuerzas políticas, sino una serie de decisiones importantes que afectan la vida de millones de mexicanos.
Es evidente que hay mucho teatro detrás de esto.
Perversos juegos de sombras que intentan vendernos una realidad que en muchas ocasiones nada tiene que ver con lo que realmente sucede en México.
El tema de la inminente ruptura de la alianza opositora, es el ejemplo más reciente.
El presidente aprieta, después de haberle concedido a sus adversarios el que reformas como la energética no fueran aprobadas.
Algo parecido sucederá con la discusión de la reforma electoral.
Pero en los temas relacionados con el empoderamiento del ejército, ahí si no hay lugar para ningún tipo de consideraciones.
Y el sistema operó con toda su fuerza, en esta lógica de darle hoy a los militares una serie de privilegios y beneficios sin parangón en la historia moderna del país.
De ese tamaño es el amarre con quienes forman parte de las Fuerzas Armadas.
Por eso, acabaron doblándose quienes llevan las riendas del PRI.
Curiosamente, son lo poco que queda de los incondicionales al ex presidente Peña.
No es casual el viraje en la posición de Alito y el magro grupo que todavía le rinde pleitesía.
El cambio radical en la postura del tricolor, sin duda le fue ordenado al líder partidista por el propio Peña Nieto.
Desde su salida del país, era evidente que el ex gobernador de Campeche quedaría como garante de los acuerdos a los que en su momento llegó con López Obrador.
Y a pesar de que en esta burda comedia de vodevil se ha vendido hasta la saciedad que es un perseguido del sistema, lo cierto es que todavía no se cruza aquella línea que en la política ya no tiene regreso.
Sí se hizo con Rosario Robles y ahora con Murillo Karam.
Pero nada más.
Ambos hoy son absolutamente prescindibles en términos de las auténticas prioridades de Peña Nieto.
La primera y más importante: libertad e impunidad garantizadas para él, su familia y quienes realmente son parte de su círculo íntimo: Luis Videgaray, Aurelio Nuño, Luis Enrique Miranda y Edwin Lino.
Después, que su obscena fortuna y faraónicos bienes, obtenidos a través de la más descarada corrupción, no se vean tocados ni con el roce de una foja de algún procedimiento judicial serio, formal; no únicamente mediático.
Ahora bien ¿de qué dependerá todo esto?
¿Cuál es el ariete que cierra la pinza, la verdadera cereza del pastel?
Pues la elección en el Estado de México, el punto central, medular, del burdo amasiato entre la 4T y lo más corrupto y podrido del priismo.
Alfredo Del Mazo tendrá que operar efectiva y dócilmente a favor de los intereses electorales del presidente, permitiendo que Delfina Gómez arrase en la entidad federativa que más votos aporta al padrón nacional y que sin duda será fundamental para abonar a la continuidad de Morena en la presidencia en el 2024.
Es un tema de supervivencia para quienes integraron la columna vertebral del grupo que, para desgracia del país, gobernó el sexenio anterior.
¿Qué más da si para lograrlo, dejan como saldo un partido dividido, fracturado, hecho pedazos, si de por sí se encuentra ya en peligro de extinción?