23-11-2024 07:40:24 AM

La fatalidad de la oposición poblana

Por Valentín Varillas

 

Oscuros, por decir lo menos, lucen los nubarrones políticos de los partidos que en el papel representan la supuesta oposición en Puebla rumbo al 2024.

El discurso optimista y de unidad que manejan sus respectivos dirigentes nacionales, no se sostienen con hechos concretos aquí en la aldea.

De entrada, porque los principales liderazgos priistas están jugando abiertamente a favor de los intereses electorales de Morena.

Y tienen la baraja abierta.

Ya hay quienes se han decantado públicamente a favor de proyectos como el de Ignacio Mier y Alejandro Armenta.

Otros, entre los que se encuentran alcaldes y legisladores, apoyarán con todo al que compita por la nominación, perfilado por el grupo político del gobernador Miguel Barbosa.

En este contexto, no queda ya quien se ponga la camiseta tricolor e impulse una candidatura que emane directamente del partido y que defienda la ideología y los principios del Revolucionario Institucional.

En el PAN, la cosa no está mejor.

La división entre grupos al interior del blanquiazul cada vez luce más pronunciada, pero sobre todo, irreversible.

El más fuerte, el que tiene en sus manos la dirigencia estatal y la que tiene como jefe político real a alcalde Eduardo Rivera, ha sido más que prudente al momento de fijar una postura clara, concreta, en función de cómo la van a jugar en el proceso de renovación de la gubernatura.

Tal vez sean los más realistas.

Saben que le presidencial la tienen ya prácticamente perdida.

Que habrá, nuevamente, un fenómeno de arrastre de quien resulte el candidato o candidata de López Obrador y que las estructuras de los gobiernos federal y estatal tendrán un peso específico en la definición de ganadores y perdedores.

Por eso, prefieren estar a la expectativa.

Le apuestan, en su escenario más probable, a que se den las condiciones para que Rivera amarre su reelección y evite un choque de trenes con Morena y el gobierno estatal.

Su auténtica lotería se daría en un escenario de imposición del candidato oficial desde Palacio Nacional y buscar un amarre que lo perfile como potencial aspirante a la gubernatura.

Muy poco probable; casi imposible.

El golpeteo a Lalo viene de dos frentes.

El primero, está formado por lo poquísimo que queda del morenovallismo, que en teoría busca perfilar la candidatura de Javier Lozano, como estrategia desesperada para intentar sobrevivir a como dé lugar como grupo a interior del partido.

El segundo lo componen un grupo marginal de panistas dogmáticos que sienten que se han quedado en el limbo.

Que se han debilitado sistemáticamente con el reacomodo de fuerzas que se ha dado en la vida política poblana en todos sus niveles y que ven un riesgo potencial de quedarse sin nada en la coyuntura de la próxima elección.

No valen casi nada en lo político-electoral.

Son en los hechos absolutamente prescindibles, pero utilizan la estridencia mediática para tratar de hacerse notar a como dé lugar.

Puro show.

La realidad es que subsisten gracias a que están conectados a un respirados artificial.

En las últimas semanas, el análisis de la política poblana se ha centrado principalmente en la lucha intestina que se ha desatado al interior de Morena por hacerse de la candidatura al gobierno estatal.

Ya ve que en los demás partidos, la cosa no está mejor.

Y lo peor, los números que reflejan las encuestas a nivel nacional y en Puebla, sumado a los indicadores que muestran un fortalecimiento sistemático de la figura presidencial, no les augura nada bueno a quienes se asumen como opositores a la Cuarta Transformación.

Vaya panorama.

Peor, imposible.

 

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