Por Valentín Varillas
En el mundo político nacional se cruzan apuestas en torno al tiempo que durará la tan celebrada alianza opositora a Morena.
Partidos que jugaron juntos en el proceso electoral de junio pasado para plantarle cara al partido oficial.
Y existe una coincidencia casi unánime en el pronóstico: poco, muy poco.
Dinamitarla, es uno de los objetivos clave en Palacio Nacional y ya se trabaja en consecuencia.
Los guiños presidenciales a priistas y panistas para sumarse a la 4T, fueron apenas el comienzo.
A la par, se intensifican las negociaciones para que miembros de las bancadas de estos partidos en las dos cámaras del legislativo federal, voten con Morena y sus aliados las tres reformas estratégicas que busca sacar el presidente para la segunda mitad de su sexenio.
Juran los enterados que ya hay avances importantes.
Por las buenas y por las malas.
Que algunos, sobre todo en el bando tricolor, han caído rendidos ante el canto de las sirenas lopezobradoristas, debido a lo atractivo del paquete de beneficios y prebendas que se han puesto sobre la mesa.
A otros, simplemente se les han mostrados “sus expedientes”.
Informes, documentos y pruebas de su oscuro paso por la política y el servicio público nacional.
Y contra eso, no hay defensa.
Muy pocos aguantarían el embate del cada vez más poderosos aparato oficial.
Ese que cuenta como mecanismos de “convencimiento” a instancias como la Fiscalía General de la República y la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
En este contexto, no parece difícil que, como por arte de magia y a pesar del equilibrio que existe en la Cámara de Diputados después de la más reciente elección, al final los números le alcancen a Andrés Manuel para poder llevar a cabo las modificaciones constitucionales que tanto le obsesionan.
La voluntad popular expresada en las urnas, otra vez, sometida al vaivén de intereses particulares.
Como antes; como siempre.
De esta manera y en tiempo récord, se le daría el tiro de gracia a la coalición opositora.
Esa que se ha convertido en la única esperanza para competir con cierto decoro, no solo en la presidencial del 2024, sino en los procesos electorales que se van a llevar a cabo en varios estados de la República incluyendo por supuesto, Puebla.
¿Quiénes ganan y quiénes pierden realmente, con estos usos y costumbres tan arraigados en la vida pública nacional?