Por Jesús Manuel Hernández
La revelación de los audios de Eukid Castañón que le comprometen en el uso del poder para fines ilegales, amenazas, y demás lindezas, está destapando varios caños cuyo hedor puede alcanzar a otros personajes, alguno de ellos en activo aún, protegido por una curul, pero que todos sus movimientos contra el gobierno van dejando huellas.
Asombra nuevamente la postura de la dirigente del PAN poblano, sale en defensa de Eukid Castañón y critica los “regaños” del gobernador a los reporteros en sus conferencias matutinas. Quizá su actitud esté más justificada en la baja de preferencias político electorales de su grupo y no de los verdaderos panistas que buscan desde hace tiempo la forma como quitarla del cargo.
¿Dónde estuvo Genoveva cuando Rafael Moreno Valle abusó del poder contra los comunicadores en su sexenio?
¿Dónde estuvo el PAN cuando el crimen del niño José Luis Tehuatlíe, cuando se dio la prepotencia de la policía y el abuso de la dignidad de las personas?
¿Qué hizo Genoveva para defender a los periodistas que fueron despedidos, vetados en sus medios por la línea crítica al morenovallismo?
¿Acaso no se enteró de las presiones ejercidas por Marcelo García Almaguer a los directores y gerentes de medios de comunicación para “recomendar” que los colaboradores, sin sueldo, fueran vetados si se salían de la línea oficial?
¿Dónde estuvo el PAN en la defensa de los empresarios que teniendo un cargo en cámaras o colegios profesionales recibían auditorías por hacer alguna declaración contra el gobierno?
Una anécdota pinta de cuerpo entero la violación a la dignidad humana de parte de Moreno Valle.
Un comunicador, de medio oficial, fue invitado un día a una gira con el gobernador.
Llegó puntual e ilusionado con el trato preferencial que se le daba. En Casa Puebla se topó con un secretario que también iría a la gira. Ambos fueron llamados a subirse al helicóptero.
Minutos después se apareció el gobernador, con papeles en la mano, se sentó, no saludó, se inició el vuelo, leyó los papeles y vino la perorata.
Primero fue el secretario a quien el gobernador reclamó su constante aparición en medios sin autorización y sin consultar a Marcelo sobre sus declaraciones.
El comunicador tragó camote, fue testigo de cómo el gobernador regañaba a un subordinado.
Pero pronto le bajaron también los ánimos. Rafael cambió de tema y le gritó, con insultos, cómo se atrevía a opinar sobre un tema de gobierno, haciéndole notar que estaba en ese puesto, frente a las cámaras oficiales, no para opinar sino para leer lo que le mandaba Marcelo, quien en aquella época cuando se refería a Genoveva Huerta le llamaba “Genobaby”.
El helicóptero hizo un viaje corto, por suerte, el gobernador no volvió a dirigirles la palabra, aterrizó, se fue al encuentro con la gente y un ayudante les informó al secretario y al comunicador que su invitación a la gira, había terminado.
¿Cómo se regresaron? Es un tema que no me informaron, pero ambos quedaron sentidos, resentidos con el gobernador, con Marcelo, el intrigoso de Casa Puebla, el eje del morenovallismo.
¿Dónde estuvo “Genobaby” en aquel entonces? Quizá gozando de las mieles del presupuesto.
O por lo menos, así me lo parece.