Por Jesús Manuel Hernández
Quizá sea mera casualidad, pero desde hace algunas semanas vienen apareciendo comentarios de columnistas, algunos cercanos al nuevo gobierno, sobre la responsabilidad de Roberto Moya Clemente, actual senador, en los malos manejos financieros de Puebla y como la mano hacedora y ahora protectora del morenovallismo.
El papel del amigo de la infancia y con quien le unieron asuntos de negocios antes de los políticos fue clave en toda la estructura de moches y obras públicas. Incluso fue uno de los factores del rompimiento con Fernando Manzanilla.
La explicación de haber heredado una suma millonaria en dólares no fue nunca aceptada por quienes le conocían de fondo y principalmente por su la relación con Roberto Rivero Trewartha.
Su papel en la campaña de Martha Erika fue clave, fue el financiero mayor y su cercanía en el tortuoso camino ante los tribunales del proceso electoral fue evidente.
Rafael buscó proteger a sus principales elementos con el fuero de un cargo de elección popular, Moya Clemente fue uno de ellos, lo hizo su suplente, era su hombre de absoluta confianza en los temas económicos; el otro fue Marcelo García Almaguer haciéndolo diputado local. Ambos con comunes denominadores, no son poblanos, llegaron con el morenovallismo, despreciaron a los poblanos, y se enriquecieron.
Además del tema de los “entregables” que empezó a sonar fuerte desde principios de año, han venido apareciendo sospechosas maniobras de Moya Clemente sobre la herencia del finado ex gobernador y su dominio entre sus bienes.
La aparición de la investigación de Sergio Mastretta titulada “La Trama Audi, componendas de un gobierno autoritario” se suma a las revelaciones que se vienen haciendo al entrar Miguel Barbosa como gobernador sobre la deuda pública disfrazada y la ausencia de justificación para obras suntuarias.
Todo esto, sin querer queriendo, voltea los ojos a Moya Clemente, que podría convertirse en el senador ideal para la 4T que pague parte de los platos rotos del neoliberalismo.
Incrustado y protegido por el fuero de senador, sin padrino político y con muchas responsabilidades sobre el manejo de los dineros públicos, aparece como ni mandado a hacer para una operación de desafuero.
La mesa está servida, ¿quién se atreverá a destapar la bandeja? Quizá empiecen las traiciones.
O por lo menos, así me lo parece.