Por: Jesús Manuel Hernández
El único motivo para involucrar a la familia en política -bien visto por algunos-, es la garantía de la lealtad.
Quién puede ser más leal que la propia familia, se preguntaba hace seis años Mario Marín cuando en su cerrado círculo alguien osaba cuestionar el porqué de López Zavala para sucederle.
El entonces gobernador decía a sus íntimos que Zavala era como un hijo; así lo enunciaba frente a sus verdaderos hijos y el resto de su familia, así lo cuentan quienes fueron cómplices de tal decisión.
Ese fue entonces el factor que provocó la unión de varios exgobernadores y empresarios poblanos con los panistas y perredistas, para sacar a Marín de Casa Puebla y frenar el nacimiento de un cacicazgo al viejo estilo y con ello formar una nueva oligarquía.
Se decía entonces que el estilo “patrimonialista” de ejercer la política no podía sostenerse. Y en consecuencia perdió Zavala y ganó Moreno Valle.
Y he aquí que ese viejo estilo del priísmo decadente sigue más que vigente en Casa Puebla. De balde la restauración del edificio, la tierra donde fue construida la casa tiene el priísmo patrimonialista en sus cimientos.
Pero además, Moreno Valle corre con suerte, entre los panistas también hay quien practica esa forma de ejercer el poder, ahí está Pablo Rodríguez Regordosa y su esposa Mónica como ejemplo.
La llegada de Martha Erika Alonso a la planilla del PAN, no asombra a quienes han venido sosteniendo que Rafael la ve como su sucesora natural, que ve en ella a la persona más leal a quien heredar el “imperio”.
Y ante el asomo de las críticas pone como ejemplo la presencia de Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón. Los críticos no se atreven a decirle que Margarita ha tenido alas propias, se hizo novia y esposa de Calderón en las filas del PAN y se guardó discretamente cuando su esposo fue presidente. Ha sido por así decirlo, un importante activo del partido.
El caso de Martha Erika no es similar. Asombra que el gobernador no se de cuenta, no haya calculado el daño inmediato y colateral de su decisión y experimentado en cabeza ajena el error de querer ver a la política pública como un patrimonio.
Este día la influyente columna Templo Mayor, del diario Reforma le dedica un párrafo al tema bajo la premisa de que “En Puebla todo indica que entre los bienes mancomunados del gobernador y su esposa está… ¡la política!”
Una cosa queda clara en todo esto, Rafael envía una señal más de que él y sólo él manda y a quien no le guste puede irse haciendo a un lado.
Los romanos pensaban igual, el patrimonialismo se acuñó en su quehacer político y vino el derrumbe del imperio cuando antepusieron su deseo y ambición por encima de la República.
Habrá que releer a Max Weber. O por lo menos así me lo parece.