¿Y qué resuelve la renuncia? ¿Acaso con ello reaparecen los 43 normalistas?
¿Acaso la separación de Ángel Aguirre devuelve a la vida a los asesinados?
Nada de eso. El Congreso de Guerrero aceptó la solicitud de licencia pero eso no resuelve nada, más bien hasta podría pensarse que la acción es una medida de protección al gobernador.
Más que renuncias, más que licencias, los mexicanos necesitamos ver consignaciones de culpables por los delitos cometidos, pero eso parece no importarle al presidente Peña Nieto quien ahora descalifica la acción de los manifestantes por constituir actos provocativos y violatorio del estado “de paz y tranquilidad” que vive México.
Una respuesta, lo más parecida a la del GoberBala de Puebla sobre el caso de Chalchihuapan y San Andrés Cholula. Siguen vistiéndose en la misma sastrería.
La imagen de México se ha deteriorado a un nivel insospechado por un lado aparece el descontento social, los saqueos de tiendas de autoservicio, el cierre de carreteras, las manifestaciones, los plantones, las convocatorias a la huelga de universidades, los foros públicos de estudiantes inconformes con un común denominador, el futuro de los estudiantes está comprometido con el fracaso del proyecto del país; quienes toman las calles lo hacen por muchas razones, y el gobierno pareciera cerrar los ojos y tergiversar las raíces del problemas.
No reconocer el centro del problema es un mal arranque para iniciar la negociación, no identificar el por qué y en cambio distorsionar la verdad, atacar a los manifestantes, culparles de desacato social o motín, es aventar más leña a la hoguera.
No son solo las redes sociales, no son solo los enemigos naturales del sistema o del PRI, es la prensa internacional, son los promotores de inversiones extranjeras, los eurodiputados, los analistas de la geopolítica del mundo quienes apuntan con el dedo a la incapacidad del gobierno para resolver el problema.
Ahora resulta que México está fincado en fosas comunes de desaparecidos que han permanecido encubiertas por la complicidad durante décadas que han derivado en una especie de narcopolítica impensable antes en México.
Los estados de Guerrero, Michoacán y Morelos constituyen en los últimos años los centros más importantes de varios hechos relacionados con la producción y tráficos de drogas.
La crisis sin duda alcanzará a los partidos políticos, más que cercanos a la ineptitud para proponer cambios de fondo y abanderados honestos.
¿Qué les van a proponer a los electores en el 2015?
¿Acaso candidatos de mano dura?