Rafael Moreno Valle, cuando opinó en contra del fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que exoneró al entonces gobernador Mario Marín Torres por el caso Lydia Cacho, al considerar que no se violaron los derechos de la periodista.
Hoy, Rafael Moreno Valle se aferra precisamente a que la Procuraduría General de la República, en coadyuvancia con la Procuraduría General de Justicia del Estado de Puebla, avale las pruebas periciales que intentan demostrar que el niño José Luis Tehuatlie Tamayo no murió por la lesión de una bala de goma, sino por la explosión de un cohetón.
Rafael Moreno Valle desea fervientemente que el aval de la PGR lo exima de la responsabilidad, le lave la cara y le sostenga con alfileres su credibilidad como gobernante, en aras de mantener a flote su aspiración presidencial.
En el 2006, Moreno Valle consideró que era aberrante que se pretendiera dar carpetazo al asunto, que Marín Torres saliera bien librado; criticó que el sistema político poblano siguiera una línea exculpatoria y que todos, hasta los medios de comunicación, se sumarán a favor de echar al olvido la agresión a la periodista Lydia Cacho.
Hoy, Rafael Moreno Valle quiere dar carpetazo al asunto, salir bien librado; dicta la línea de lo que se tiene que publicar en los medios de comunicación para culpar a los pobladores de Chalchihuapan y a la diputada Roxana Luna; tiene coptados a los poderes legislativo y judicial del estado, a quienes ordena aprobar y desaprobar y reformar leyes a su antojo y conveniencia.
En el 2006, Rafael Moreno Valle condenó que a partir de la exoneración de Mario Marín, este la anduviera presumiendo como estandarte, que la usara incluso como tema de debate y como manual de operaciones sobre cómo un gobierno puede hacer frente a la crisis y no perder el poder.
Hoy, Rafael Moreno Valle quiere, necesita, le urge que la PGR ratifique las pruebas periciales de la procuraduría poblana que intentan demostrar que fue un cohetón disparado por los pobladores, y no una bala de goma disparada por sus policías, el que quitó la vida a un niño de 13 años.
Con el veredicto a favor en la bolsa, Rafael Moreno Valle lo presumirá como estandarte, lo usará como tema de debate e inclusive como parte de su estrategia de campaña, porque se presentará como inocente, como víctima de una campaña en su contra que lo quiere descarrilar ante su inminente (así lo cree él), llegada a la Presidencia de la República.
Y la resolución será esgrimida por su grupo compacto como Bula Pontificia para vestirlo de santidad, y será replicada en sus medios de comunicación a sueldo, con todo y el despretigio a cuestas, como prueba contundente de su bonhomía, y será vendida en el cículo rojo nacional, que también tiembla ante los cañonazos millonarios y las promesas.
Pero, con todo y eso, el fantasma del niño de 13 años lo perseguirá y será su lastre.
Porque un fallo jurídico a favor no es un triunfo moral.
Ese triunfo moral que no se negocia, que no se supedita al poder, que no se entrega por un convenio.
Porque un fallo jurídico a favor alimentará aún más el recelo contra su persona, generando frustración y desconfianza contra las instituciones que serán acusadas de vendidas.
Porque en el imaginario colectivo, Rafael Moreno Valle es culpable de la muerte del niño, y no habrá papelito alguno que lo haga cambiar de opinión.
Porque para la opinión pública que ya no lo tiene confianza, Rafael Moreno Valle es un enfermo de poder, cegado por la ambición, autoritario, represor, que no se tienta el corazón para aplastar al que se oponga a él.
Un gobernante que ni siquiera se conduele por la muerte de un niño y por el dolor de una madre, a la que incluso ordenó criminalizar.
El hombre es víctima de sus circunstancias y presa de sus palabras.
La exoneración jurídica no blinda ante el juicio de la sociedad.
Y llegada la hora, se la cobrará con creces.
(*) http://www.sinembargo.mx/20-01-2012/125767.