Era para “trabajar por lograr cambiar el sistema que por más de 80 años ha permanecido además de recalcar que es urgente abatir las necesidades de la sociedad” (sic).
También hablaba de la congruencia: “La congruencia es importante pues tiene un precio, por lo que se debe trabajar con honestidad argumentando en qué se puede o no se puede hacer, sin embargo la política no se es siempre experiencia sino también es servicio”. (re sic)
Y sí, todo tiene un precio y le llegaron al suyo.
Tan pronto se sentó en la silla y comenzó a disfrutar de las mieles del poder; mutó, como todos, en aplaudidor a ultranza de todo lo que haga y diga el gobernador Moreno Valle y se olvidó de sus discursos, esos que convenientemente sólo le sirvieron para verle la cara a sus ingenuos electores.
Hoy en día, como presidente de la comisión de Seguridad, se suma a las voces oficialistas que niegan una y otra vez que la inseguridad esté latente, que las autoridades son incapaces de garantizarles seguridad a los ciudadanos y que los capos ya hicieron de Puebla un paraíso.
A cambio de “abatir las necesidades de la sociedad”, ahora votó a favor y a ciegas la nueva Ley de Expropiaciones, las reformas que autorizan aumentos indiscriminados en el costo del agua potable y la extinción del Hospital del Niño Poblano.
¿Dónde quedó la congruencia?
¿Dónde, el esfuerzo por acabar con el sistema que por 80 años ha oprimido a la sociedad?
¿Dónde está el aguerrido líder empresarial que siempre plantó cara a las autoridades y pedía que se privilegiara el bien común por encima de intereres particulares?
¿Qué dirán ahora los dirigentes de las cámaras empresariales que vieron en Franco al representante idóneo para hacer valer la voz del sector?
Lástima por Franco, tan cerca del poder y tan lejos de lo que alguna vez representó.
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