El primero de ellos, Carlos Ibañez Alcocer, ridículamente se quizo vestir con el traje de honorabilidad y denunció un supuesto soborno a los integrantes del cuerpo edilicio a cambio de votar a favor de las cuentas públicas.
Envalentonado, mostró recibos de los depósitos bancarios y ya en el paroxismo de su heroicidad, aseveró que él estaba dispuesto a devolver el dinero, a la par que exhortaba a sus colegas a hacer lo propio. (En congruencia con su escándalo, que haga público el momento en que realice la devolución de los 200 mil pesitos).
Lo que no dijo Carlitos Ibañez es que ese dinero les fue depositado en tres etapas desde el mes de diciembre (lo denunció tan solo 2 meses después) y que ese dinero correspondió a un bono que se pagó a algunos empleados de primer nivel del gobierno capitalino.
¿Por qué no dijo, por ejemplo, que en el Organismo Operador del Servicio de Limpia, los directivos también se repartieron 3 meses de sueldo a manera de bono, aprovechando que hubo “recursos sobrantes”?
No se podía esperar menos de Ibañez Alcocer, siempre dispuesto a servir a su benefactor en turno sin importar que pase por encima de quienes le tienden la mano desinteresadamente (¿verdad, Tigre?).
En lo que respecta a Pedro Gutiérrez, al más puro estilo cantinflezco, se aventó una perorata sin sentido en la que criticó el “autoritarismo” de Eduardo Rivera y, al quedarse sin más argumentos, terminó por reconocerle su decencia y su bonhomía… (autoritario pero a todo dar ¿¿¿???).
Y para rematar su extasiada intervención, aprovechó para echarle sus porras al edil electo Antonio Gali Fayad y decir que él no será autoritario, que será el edil más fregón que tendrá la capital.
¿Qué les depara el futuro?
A Pedro Gutiérrez, su lisonja estaba de más puesto que ya tiene segura una chamba en la próxima administración.
Y Carlos Ibañez tampoco tendrá mucho de qué preocuparse ya que el gobierno estatal seguirá necesitando de un tonto útil que le sirva de esquirol.
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