24-06-2025 04:43:35 PM

Salvar al Barroco

Por Valentín Varillas

 

Fernando Manzanilla presume hasta la fecha haber sido quien convenció al arquitecto japonés Toyo Ito de abandonar su retiro y realizar el proyecto del Museo Internacional Barroco.

El primero que llevó a cabo en México, por cierto.

“Un ícono cultural”- presumió Rafael Moreno Valle, en ese tiempo gobernador de Puebla.

Un elefante blanco, en términos reales.

Un fracaso de taquilla que lo tiene ahora conectado a un respirador artificial.

Abandonado por años por la propia empresa poseedora de la concesión, que no cumplió con las obligaciones de conservación del patrimonio cultural ahí resguardado y tampoco de los trabajos de mantenimiento del inmueble estipuladas en el contrato.

Se fracasó rotundamente en cumplir con el objetivo de que el museo se convirtiera en un polo de atracción de visitantes y turistas, lo que en teoría serviría para incrementar la derrama económica local.

Por muy bonito y moderno que se vea, por más rollos estéticos y de perfección arquitectónica, al final es un tema de autosuficiencia financiera.

Y se perdió dinero por todo lados.

Esa es la primera meta que tendrá que enfrentar el gobierno del estado, una vez que ayer mismo quedó liquidada de forma anticipada la enorme deuda heredada por las leoninas condiciones de aquel Proyecto de Participación Social.

Tienen un enorme reto por delante.

Porque el bajísimo número de visitantes que por años registró el museo, tuvo como consecuencia inmediata un enorme desgaste del inmueble en términos de nombre y prestigio. 

Habrá que echar a andar un radical y muy ambicioso proceso de reingeniería para reposicionarlo en términos de opinión pública y publicada y que no únicamente no le cueste al gobierno, sino que su operación poco a poco se convierta en una fuente de ingresos para el erario.

Volver a empezar de cero, como si hubiera sido inaugurado por primera vez apenas ayer.

Pero en los hechos, la verdad es que no hay de otra.

Los millones invertidos en el desarrollo del proyecto, con sus sobreprecios, moches y comisiones, además de lo que corresponde al pago de la deuda, ya se gastó.

Nada que hacer.

Otro ejemplo de lo que en los hechos fue el sexenio del ornato, de la inútil fastuosidad, del saqueo inmisericorde de las arcas estatales.

Qué caro nos ha costado, por años, la falsa ilusión de una inexistente Puebla moderna y de primer mundo.

About The Author

Related posts