Y así lo fue desde el principio del proceso electoral.
Sin lugar a dudas.
A partir del momento mismo de la hora del cierre de las urnas, en donde la voluntad de los habitantes de ese municipio había sido ya manifestada a favor de Tonantzin Fernández.
A contundencia del fallo de las instituciones en materia de procuración y administración de justicia electoral fue muy claro, consistente siempre y sobre todo, demoledor.
Las que son de competencia estatal, cumplieron a cabalidad.
A pesar de las cobardes e infundadas acusaciones en su contra.
Y es que, los eternos perdedores, en su falta de arrestos para asimilar su derrota, emprendieron una muy intensa campaña de ataques y descalificaciones que tenía como columna vertebral el dudar de su probidad.
De su capacidad y honestidad.
Les llamaron “vendidos”, “rateros” y demás.
Dieron por hecho, sin ninguna prueba de por medio, que habían recibido dinero y todo tipo de prebendas a cambio de traicionar el compromiso social adquirido al momento de aceptar el cargo.
Sin embargo, los dictámenes, todos, fueron ratificados sin titubeos por las del orden federal.
Hasta la última instancia.
Demostraron que siguieron al pie de la letra con las disposiciones que forman parte del entramado legal que le da sentido a la democracia.
Y eso, en un estado de derecho es lo único que vale.
En esa democracia en donde, por cierto, se gana aunque sea por un solo voto.
Así lo aseguraron en su momento, aquellos que formaron parte del desfile de derrotados que apoyaron a Roxana Luna Porquillo.
En el 2006, defendieron el triunfo de Felipe Calderón por medio punto porcentual y criticaron de forma acérrima las acciones de protesta que en ese tiempo encabezó Andrés Manuel López Obrador.
Hoy, por no convenir a sus intereses, omiten predicar con el ejemplo.
Pero mas allá de la forma, el verdadero fondo es que los habitantes de San Pedro Cholula cuentan ya con certezas en términos de lo que será su próximo gobierno municipal.
El que eligieron mayoritariamente.
Atrás quedaron ya los circos mediáticos, los penosos carnavales, los patéticos espectáculos de vodevil de quienes, vistiéndose con el traje de la supuesta defensa de causas populares, han logrado darle forma a un viejo y muy lucrativo negocio.
Esta vez, en este caso específico, de plano no pudieron.
Pero ya los veremos, próximamente, aparecer con sus grotescas puestas en escena y sus escándalos banales en otras importantes coyunturas de potencial rentabilidad económica.
Así ha sido y así será.
No tardan.
Y lo peor: no cambian.
Origen es destino.