Por Valentín Varillas
Fuera de toda proporción las reacciones de miembros del bloque opositor a la negativa de Álvarez Máynez renunciar a su candidatura.
Se le fueron con todo y desde todos los frentes.
Líderes de los partidos que integran la coalición, sus más “destacados intelectuales”, periodistas y demás opinadores de la vida pública nacional –todos férreos opositores a la 4T- no escatimaron en bridarle todo tipo de adjetivos, sobre todo en redes sociales.
Todo, por no querer sacrificarse para que se cumpla su caprichosa voluntad.
Los que se jactan públicamente de ser los únicos y auténticos demócratas del país, insultan, agreden y vejan, a quien ejerce su derecho constitucional de votar y ser votado.
De locos.
Son los mismos que, con dedo flamígero, señalan los excesos presidenciales.
Los que denuncian que existe un complot presidencial para acabar con las instituciones públicas y la división de poderes.
Que vivimos en un régimen autoritario que se parece espantosamente a otras dictaduras del planeta.
Y puede que tengan razón en algunas de sus críticas, pero son tan elementales que pierden de vista que se comportan exactamente igual a quien tanto detestan.
Su desesperación es tal, que justifican sus excesos vistiéndose con el traje de los salvadores de la patria.
Ellos que se desgarran las vestiduras cada vez que desde el púlpito presidencial, el jefe del ejecutivo federal se asume como la representación humana del México de hoy, ayer y siempre.
Caen en el mismo disparate.
Y por más que intenten diferenciarse de los que hoy gobiernan, nos enseñan una y otra vez que son exactamente lo mismo.
Pierden de vista, en el colmo del absurdo, que sus acciones contradicen el eje central de su narrativa.
Aquella que asegura que van a ganar la elección del próximo 2 de junio y que “Morena ya se va”.
Si de verdad creen lo anterior: ¿por qué les duele tanto la participación del candidato de MC?
Si realmente creen que van a ganar, no lo necesitarían.
Para nada.
Y de paso se ahorrarían el monumental ridículo que están haciendo.
Ese que, de acuerdo a todos los pronósticos, es menor al que seguramente protagonizarán sus candidatos, tanto a la presidencia, como a la mayoría de las gubernaturas que están en juego en esta elección.