Por Valentín Varillas
Ya levantó la mano.
Como cada vez que se acerca una coyuntura electoral.
Quiere, otra vez, saborear las dulces mieles del poder.
Esas que le generaron una auténtica adicción.
Extraña igualmente la adulación y la zalamería de su grupo de incondicionales.
Todos, muy menores.
Una patética pandilla incapaz de gobernar con eficacia el municipio de Atlixco.
Aquel que rea un paraíso, antes de que tuviera la desgracia de ser gobernado por el entonces priista Eleazar Pérez Sánchez.
El que era un auténtico paraíso, no sólo por su clima, sino por las condiciones de paz y tranquilidad que gozaban sus habitantes y visitantes, fue convertido por esta camarilla de impresentables en una sucursal del infierno.
La oscura transformación se dio a partir de aquel funesto 2008.
Sin prisa, pero sin pausa, el crimen se fue infiltrando en las entrañas de sus instituciones públicas del municipio.
Y empezaron entonces las historias de terror.
Asaltos, secuestros, extorsiones, narcomantas, se convirtieron en parte importante de la vida diaria de la entidad.
La frecuencia y alcances de estos hechos delictivos, prendieron los focos rojos en el gobierno federal.
Y tuvieron que meterse de lleno.
Empezaron a ser recurrentes los operativos sorpresa de la AFI, el Ejército y la Marina Armada de México.
Todos, bajo un clima de absoluto hermetismo.
Jamás compartían información, ni con el gobierno estatal encabezado por Mario Marín.
Mucho menos con el presidente municipal.
Era evidente que filtraban información clasificada a los miembros de las organizaciones criminales para protegerlas.
La acción conjunta de estas instancias federales abrió la Caja de Pandora.
Se descubrieron casas de seguridad en donde se encontraron impresionantes arsenales.
Rifles de asalto, pistolas automáticas y hasta granadas.
La pesadilla era ya una contundente realidad.
Al término de aquella administración, se confirmó que más de 40 policías municipales estaban coludidos con organizaciones criminales.
Trabajan para ellos, en lugar de hacerlo a favor de una ciudadanía a la que, en teoría se debían y que era la que pagaba sus salarios a través de sus impuestos.
“El México real”-diría el lugar común.
Al término de aquel trienio, la limpia fue intensa, profunda.
Se sanearon parte de aquellas cloacas que emitían un hedor intenso y muy particular.
El que emana de la más absoluta descomposición del tejido social.
La situación, poco a poco fue cambiando hasta vivir hoy, una transformación radical, aunque no exenta de una realidad nacional muy complicada en materia de seguridad pública.
Es de verdad una tragedia el que exista siquiera la posibilidad mínima de que Eleazar Pérez Sánchez pudiera gobernar otra vez Atlixco.
Lo bueno es que los números al interior del partido lo ubican en su justa dimensión.
En lo que realmente vale.
Y los indicadores lo ponen muy en el fondo en términos de intención de voto.
Por más presiones que ejerza.
Por más ruido que haga.
Qué bueno por los atlixquenses, por los poblanos en general y muy acorde al llamado hecho por el gobernador a los partidos, de que sean muy escrupulosos al momento de revisar a fondo qué tipo de perfiles aspiran a contender por un cargo de elección popular.
No más delincuentes al poder.
Por favor.