25-11-2024 07:53:18 AM

El desencanto democrático

Por Valentín Varillas  

 

Fallan, otra vez, quienes quieren empatar el resultado de la presidencial argentina con lo que podría pasar en México en el 2024. 

 

La desesperación los hace plantear escenarios iguales, bajo realidades completamente diferentes. 

 

La 4T, a pesar del escandaloso fracaso de su programa en materia de seguridad pública, tiene la economía bajo control. 

 

A niveles “micro” y “macro”, las cosas se mueven relativamente bien en un entorno internacional francamente complicado. 

 

Apreciación de la moneda, entrada de capitales (aunque las remesas no sean un logro del gobierno, es dinero que genera un círculo virtuoso en materia económica), además de que la inflación empieza a mostrar reiterados signos de estabilidad. 

 

Todos estos factores, pero a la inversa, fueron fundamentales al momento de decidir el voto de los argentinos. 

 

Estas fueron las razones por las que optaron por la alternancia. 

 

Pero además, en lo político, la diferencia entre países es radical. 

 

Al momento de enfrentar su sucesión, Alberto Fernández llegó en su nivel más bajo de popularidad entre sus gobernados. 

 

También muy débil en términos del posicionamiento de su partido y de sus aliados electorales. 

 

AMLO entra a su último año con más de 60% de aceptación. 

Con un control político casi total en términos de territorio y del número de mexicanos que gobierna su movimiento. 

 

El blindaje social sigue siendo muy grueso. 

 

Y aunque se esperan ajustes a la baja por el paso de Otis en Guerrero, ni en el peor de los escenarios llegaría a enfrentar una realidad como la de su par argentino. 

 

Sin embargo, si bien el espejo de Milei no le queda a López Obrador, resulta un muy buen parámetro para definir dónde no se querrá ver Claudia Sheinbaum y qué va a tener que hacer para no vivir algo similar. 

 

La inminente próxima presidenta no tiene el mismo carisma ni la capacidad de conectar con la gente que quien despacha en la oficina principal de Palacio Nacional.

Apenas en su primer año de gobierno, tendrá que lidiar con las consecuencias que arroja heredar un presupuesto deficitario casi del 5%. 

 

Los recortes al gasto público para el 2025, serán inevitables. 

 

Y tendrá que haber redefiniciones en términos de política social. 

 

Lo más rápido y efectivo: recortar las ayudas en efectivo que se entregan actualmente y que crecerán en términos de recursos asignados para sacar provecho del año electoral. 

 

Una de sus primeras acciones será recortar padrones de beneficiarios con el consecuente desencanto de los afectados. 

 

Y esta dinámica la tendrá que mantener año tras año, como estrategia única para mantener la supervivencia económica del sector público. 

 

Ya no hay fideicomisos, ni fondos, ni ningún otro método del cual echar mano para mantener semejante dispendio. 

 

Y ahí es donde podría generarse en México ese peligrosísimo desencanto democrático. 

 

Vendrán las inevitables comparaciones con el “dios” Andrés Manuel y no hay que ser un genio para adelantar que la doctora no saldrá muy bien parada. 

 

Este es el caldo de cultivo perfecto para los cambios políticos radicales. 

 

Para que se concreten aquellas grandes sacudidas de 180 grados que facilitan la llegada de lo que sea, con el entusiasta y masivo apoyo popular. 

 

Habrá quienes aseguren que, de vivir esto en los próximos años, no sería un escenario nuevo para nuestro país. 

 

Tal vez, sin darnos cuenta, esta misma desesperanza explica los 33 y medio millones de votos que llevaron a la 4T a ser gobierno en el 2018.

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