Por Valentín Varillas
Nuevos códigos, reglas, usos y costumbres norman el relevo en la gubernatura de Puebla.
Desde las reglas del juego político al interior de los partidos, hasta el nivel de involucramiento de los distintos sectores sociales, en el estado se viven aires de cambio.
Y radicales.
Para bien o para mal.
De entrada, las maromas del oficialismo para vestir de democrático un proceso que dependerá, como siempre ha sido, de la voluntad de una cúpula enraizada en lo más alto del poder.
Hoy, ese enorme poder se concentra principalmente en un solo personaje.
Primera novedad.
Pero para lograr este objetivo, el tradicional dedazo tiene que ser sometido a una larga, muy costosa y potencialmente peligrosa reingeniería.
Los ánimos se calientan y los demonios se sueltan.
Es la guerra intestina.
Pero no contra el adversario; el de afuera.
El de la ideología y principios diferentes.
El que tiene una visión de país diametralmente opuesta y que, además, te quiere arrebatar el poder.
Los madrazos hoy son entre quienes, en teoría, comparten ideología.
Compañeros de lucha: “camaradas” como fraternalmente se llamaban hasta hace poco.
Los que vinieron a mejorarlo todo y que venden ser parte de una transformación que juran que tendrá la misma importancia histórica que aquellas que en su momento encabezaron Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero o Cárdenas.
Hoy se hacen trizas por un tema de apetitos personales.
Por seguir disfrutando de las mieles de la burocracia dorada.
Igualito que como los de antes: tricolores, azules, o del color que sea.
El circo ha tenido como consecuencia una enorme repercusión mediática.
También inédita.
Como nunca, los poblano hoy están metidos de lleno en la sucesión.
Es el tema que llena los espacios principales de los medios de comunicación.
De todos: tradicionales, digitales y de aquellos que solamente interactúan a través de sus cuentas en redes sociales.
También del café entre amigos, de las comidas familiares y de la plática en la oficina.
Pero todo, absolutamente todo, se centra en lo que sucede al interior de un solo partido político.
El proceso al interior de Morena se ha llevado el total de los reflectores, dentro y fuera del famoso círculo rojo.
En términos del imaginario colectivo de la gran mayoría de los habitantes del estado, ahí está la verdadera lucha por el poder y no en el enfrentamiento de partidos que vendrá en la elección constitucional.
Esto es demoledor.
Por eso, todo tipo de empresarios, líderes sindicales y sociales, además de liderazgos priistas, panistas y perredistas, se han metido de lleno, desde sus respectivas trincheras, a operar para alguno de los precandidatos del oficialismo.
En términos de opinión pública y publicada, no pesa nada lo que suceda al interior de los partidos de oposición.
Nunca se había visto algo así.
Demoledor.
Y esta realidad cuelga etiquetas.
Marca destinos.
La historia del juego democrático nacional indica que los mexicanos norman su comportamiento electoral influenciados en buena manera por quienes consideran que será el inminente ganador de una contienda.
Y eso puede significar votos para el favorito, o una ausencia considerable de ciudadanos en las urnas bajo la lógica de que ya todo está escrito.
Esto es lo único que tal vez no cambiará, en esta inédita realidad política que estamos viviendo los poblanos.