Por Valentín Varillas
En la definición de su realidad política, a estas alturas, Miguel Ángel Osorio Chong tendría que ser un personaje de un peso específico real en el proceso de sucesión presidencial.
Así lo soñó en su momento, junto con su amigo, Rafael Moreno Valle.
Generar amarres, acuerdos, pactos, para llevar al poblano como candidato opositor a la 4T en el 2024.
Todos se unirían gustosos a ese objetivo.
Panistas, priistas, perredistas y el resto de los partidos satélite del sistema democrático nacional, de la mano de los grandes capitales potencialmente afectados en sus intereses por el actual gobierno.
Y como cabezas del proyecto: aquellos políticos que dejaron escuela y cuyos nombres generan etiquetas que se les cuelgan a sus alumnos más avezados.
Casi todos, con una responsabilidad en la vida pública nacional.
Osorio Chong y Moreno Valle, desde el senado, comenzaron a hacer equipo.
Formaron un frente legislativo que tenía como única meta el echar para atrás las iniciativas de la bancada de Morena y en su breve tiempo de coexistencia, del naciente gobierno de la 4T.
Siempre contestatarios, lograron hacerse de una buena cantidad de adeptos al interior de la cámara alta del legislativo.
Era el primer ensayo de un modelo que pretendían extrapolar a otras esferas.
Ahí la llevaban, hasta que la impredecible muerte se interpuso en su camino.
El destino político del ex secretario de gobernación federal, cambiaría de manera radical.
A partir de aquel 24 de diciembre del 2018, entró en modo “caída libre”.
Enfrentado con el “peñismo”, desde que el ex mandatario federal optara por José Antonio Meade como su candidato a sucederlo, tuvo un frente natural abierto con Alejandro Moreno.
El líder nacional del PRI fue designado por Peña como el auténtico garante de sus intereses.
Entre ellos, por supuesto, el pacto de impunidad con López Obrador.
Osorio y sus seguidores al interior del partido jamás estuvo de acuerdo en la sumisión del tricolor a la 4T.
Criticaron en su momento a aquellos mandatarios emanados del partido que rindieron sus estados a cambio de impunidad, o de cargos de importancia en el servicio exterior mexicano.
Por lo mismo, fustigaron permanentemente las decisiones tomadas desde o más alto del CEN priista.
Su defenestración era cuestión de tiempo.
Ahora, ésta se ha dado con el pretexto de no estar de acuerdo con las reglas mediante las cuales la alianza definirá a su candidato o candidata para el 24.
Van por la libre.
Están sueltos.
Y aunque no hablan de integrarse a alguna fuerza política en específico, hay quienes adelantan que llevarán su “capital político” a Movimiento Ciudadano.
Habrá que esperar.
Lo cierto es que, el sueño de Osorio de fungir como vicepresidente de facto en un gobierno encabezado por Rafael Moreno Valle, se tradujo en la pesadilla de acabar huérfano en la política, con una 4T que tiene todo de su lado ara repetir por seis años más en la presidencia de la República.