Por Valentín Varillas
Análisis de todo tipo surgirán a partir del anuncio de que Tony Gali López coordinará la precampaña de Manuel Velasco, quien busca ser el candidato de López Obrador a la gubernatura.
Los primeros surgen a partir de la magnífica relación que el chiapaneco tuvo con Rafael Moreno Valle y el supuesto guiño que el regreso de Tony Jr. significaría a lo que queda de su grupo político.
No es así.
La cercanía de Velasco con los Gali no es por Moreno Valle, ni mucho menos por alguno de los miembros de su círculo cercano.
Es por los Gali, por nadie más.
No hay espacio para la confusión.
En la recta final de la vida de Rafael, las relación con Tony Sr. no eran mala, era pésima.
Y con Martha Érika ni se diga.
La convivencia empezó a deteriorarse desde la primera semana de Gali Fayad como gobernador.
Moreno Valle, fiel a su estilo, quería seguir mandando en la entidad.
Y no pudo.
Las fricciones eran tema diario del café político poblano.
Algunas escalaron a niveles jamás imaginados.
El punto más álgido se dio en el 2018, con las impugnaciones que Morena presentó a la elección de gobernador.
Todos los análisis apuntaban a que el Tribunal Federal Electoral anularía el proceso.
El desaseo había sido de antología.
Inédito, a partir de la llegada de la alternancia al país.
Moreno Valle, sin embargo, jamás dudó de que su poder de “convencimiento” le alcanzaría para echarse a la bolsa a Puebla.
Otra vez.
Pocos días antes del fallo, Gali tenía una cita en Gobernación, con la secretaria Sánchez Cordero.
Era necesario hablar de la realidad política del estado.
Plantear escenarios y rutas de acción en ras de mantener la gobernabilidad poblana.
La funcionaria federal, que tenía una magnífica relación personal con la familia Moreno Valle Rosas, le pidió al mandatario que llevara al encuentro una terna con tres perfiles para ocupar la gubernatura interina, en lo que se convocaba a nuevas elecciones.
La posibilidad de que el TEPJF validará el cochinero del 1 de julio anterior, era más que remota.
El gobierno federal quería analizar con lupa los nombres propuestos por el entonces gobernador y empatarlos con los del propio López Obrador.
Rafael se enteró de la reunión.
Supo de primera mano todos los temas que ahí se trataron.
No le gustó el actuar de Tony.
Lo interpretó como una traición.
La bizarra sorpresa se dio el 9 de diciembre: Martha Érika Alonso era declarada por la mayoría de los magistrados del tribunal como nueva titular del ejecutivo poblano.
Moreno Valle se erigió como el auténtico “gran elector” y el futuro de Gali se veía francamente complicado.
Hasta aquel 24 de diciembre, que todo lo cambió.
Es en esa coyuntura en donde se muestra por primera vez la cercanía Velasco-Gali.
El senador, muy cercano al presidente López Obrador, empujó aquellos nombres que días antes habían sido presentados a la consideración de Olga Sánchez Cordero.
Sobre todo el de Gerardo Islas Maldonado, quien llegó prácticamente al corte final y que en la administración de Tony se había desempeñado como Titular de Desarrollo Social.
Ahí se afianzaron lazos que ya existían desde tiempo atrás y que hoy marcan el regreso del “galismo”, no del morenovallismo, a la política poblana.