Por Valentín Varillas
Desde la génesis de su formación política, lo entendió perfectamente.
Los sótanos del viejo PRI se lo dejaron muy claro.
En tres campañas presidenciales y luego de recorrer la totalidad del territorio nacional, lo pudo comprobar.
Ya como presidente lo ensayó desde el primer día.
Y le sigue dando resultados.
Vimos cómo, uno a uno, los gobernadores de oposición fueron entregando dócilmente sus plazas.
Y además, operaron con recursos económicos y humanos a favor de su candidatos.
Hasta los más bragados.
Algunos cobraron ya la factura con embajadas y cargos diplomáticos de ensueño.
Otros, como premio, no serán jamás investigados.
Lo que hayan hecho o dejado de hacer con los recursos públicos que manejaron, ha sido ya condenado al olvido.
Impunidad eterna y absoluta.
El único que se le rebeló y a medias, terminó en la cárcel.
Después de rendirlo, generoso, le concedió un penoso arresto domiciliario.
Hoy, tiene que ir a firmar cada mes a un juzgado.
Como un vulgar ladrón.
Le falta cobrar el Estado de México.
Lo hará sin ningún problema.
Entregará a cambio, como pequeñísima compensación: Coahuila.
Llegará con 24 gobernadores a modo a la presidencial del próximo año.
Virreyes con dinero y capacidad de operación electoral suficientes, para garantizar la continuidad de la famosa 4T.
Además , su movimiento ganará Tabasco, Chiapas, Puebla, la Ciudad de México, Morelos y Veracruz.
Es el control político, casi total.
Algo inédito desde la llegada de la alternancia a México hace más de dos décadas.
Tiene en la bolsa a lo más granado de la élite castrense nacional.
Trae a raya a los empresarios más poderosos del país y no le hacen ni cosquillas, todo tipo de organizaciones contrarias a su gobierno.
Terminará su sexenio con un respaldo social histórico.
Más del 60%, de acuerdo al pronóstico de las encuestadoras de “mayor prestigio”.
Por todo esto, Andrés Manuel López Obrador odia los contrapesos.
No cree en ellos y enloquece tratando de desaparecerlos, cuando se vuelven un obstáculo en la consecución de sus objetivos.
Hace unos días, el periodista Raimundo Riva Palacio publicó que AMLO ya prepara sus memorias.
Normal.
Desde que etiquetó su llegada al poder como “la Cuarta Transformación de la Vida Pública Nacional”, dejó clara su obsesión por pasar a la historia.
Por equiparar su figura con la Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas.
Todos ellos, parte del logo oficial de su administración.
Sobra decir que, en términos de indicadores concretos; de cifras y valoraciones cuantitativas, la tan cacareada transformación no será tal.
Ni de chiste.
Lo que sí es un hecho, es que, si quisiera, al hoy presidente del país le sobra materia prima para escribir un manual de cómo ejercer el poder, más allá de la teoría, en los fríos términos de la política real.
Algo similar al “Príncipe” de Maquiavelo, pero a la mexicana.