Por Valentín Varillas
Eric Cotoñeto está montado, como jinete en escaramuza, en el proyecto de Alejandro Armenta.
Lleva ya varias semanas así.
Apenas hace un par de días, sin embrago, habló abiertamente sobre el tema.
Y jura que va con todo.
Como iba en su momento en el “proyecto” de Melitón.
Ese que ni siquiera se gestó y que al final los acabó defenestrando.
A los dos.
Y de qué forma.
Cotoñeto metió a la lumbre al entonces titular de la SEP.
Fue la sirena que entonó el canto perverso que los llevó al exilio.
Obviaron una de las la reglas fundamentales de la política real: el que está en la silla, es el que lleva las riendas de su sucesión.
Le puede salir o no, pero jamás se le debe de brincar.
Y ambos se brincaron a Barbosa.
Empezaron a moverse por la libre.
A operar una agenda propia.
A utilizar una de las dependencias prioritarias del gobierno estatal para sacar un beneficio político personal.
En este espacio dimos puntual cuenta de lo anterior.
Eventos oficiales en donde se entregaban materiales para la construcción y mejoramiento de escuelas que no eran reportados en la oficina principal de Casa Aguayo.
Actos públicos en donde en ocasiones ni siquiera se hacía referencia al jefe del ejecutivo estatal.
Se personalizaba todo a favor de Melitón.
Como si fuera su lana.
Como si los recursos salieran de su cartera.
Pecado mortal, si tomamos en cuenta los estrictos códigos, los usos y costumbres de la política real.
Cotoñeto se vendió como un gran operador.
Juraba que Barbosa le debía la gubernatura.
Que tenía derecho de picaporte para acceder a su círculo más íntimo.
Que sus opiniones y puntos de vista no sólo eran tomados en cuenta para la definición y operación de todo tipo de estrategias en materia electoral, sino que eran seguidos al pie de la letra en la práctica.
Y el “profe”, nada sofisticado en sus procesos cognitivos, cayó en la trampa.
Redondito.
No se dio cuenta de la enorme tomada de pelo de la que estaba siendo víctima y pagó las consecuencias.
Lo corrieron del gabinete y lo peor: se llevaron a cabo una serie de auditorías a su gestión, que ya empiezan a arrojar sus primeros resultados.
Otra enorme Caja de Pandora que al abrirse, nos asqueará con su apestoso tufo.
Cotoñeto el simulador, el mentiroso contumaz, el operador de ornato, compartirá proyecto con otras lumbreras como Mario Rincón y Héctor Alonso Granados.
Lo dicho: un equipo de ensueño que “abonará” a que Alejandro Armenta gobierne este estado.
¿Se imagina?
No, mejor ni siquiera se atreva.