Por Valentín Varillas
Invertir cientos de millones de pesos de recursos del erario estatal en una institución bancaria que poco tiempo después se declara en quiebra, es un acto de ineptitud o de corrupción.
Lo mismo, el perder 2 mil 600 millones en un litigio en contra de la autoridad fiscal, en donde jurídicamente se tenían todos elementos para ganarlo.
Si María Teresa Castro Corro no tiene la preparación y el talento para el manejo eficiente y profesional de las finanzas del gobierno poblano, muy mal.
Si es responsable de actos de corrupción que explican esta sangría de miles de millones que tendrían que haber sido invertidos en los programas y proyectos más importantes de la actual administración: mucho peor.
Violaría aquellos preceptos que en teoría norman el actuar de los gobiernos emanados de la 4T.
Aquellos de “no robar, no mentir y no traicionar”.
Pero además, habría hecho pedazos una de las prioridades del extinto gobernador Barbosa: aplicar una férrea disciplina en el manejo del dinero para no cometer los mismos excesos del pasado y seguir comprometiendo el futuro de las siguientes generaciones.
La decisión de invertir 600 millones de pesos en el Banco Accendo, prende todos los focos rojos.
De entrada, porque existen decenas de instituciones financieras que llevan décadas en el mercado y que se han ganado a pulso un nombre y un prestigio que generan confianza.
Y esa es la palabra clave en el mundo del dinero: la confianza.
Imposible que pudieran quebrar, ya que el valor monetario de su cartera y activos garantizan, por mucho, el dinero invertido por sus clientes.
Todas, tienen áreas específicas designadas a manejar las carteras de gobiernos e instancias que manejan dinero público.
Son capaces de diseñar trajes a la medida, ofreciendo un portafolios de distintas opciones en términos de disponibilidad y rentabilidad de la inversión.
Son , sin duda, las mejores y más seguras opciones.
¿Por qué Accendo?
Un nombre que, si bien cumplía con el aval de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, dista mucho de tener ese aval moral que dan las décadas de resultados concretos, vigencia, presencia, permanencia y posicionamiento de marca.
Con aquella voz temblorosa, tan característica del miedo y la culpa, la todavía funcionaria aseguró en rueda de prensa que Accendo era quien ofrecía la mayor rentabilidad.
No dio un solo dato duro que así lo confirmara.
Una tabla comparativa con otras, muchas opciones, que avalaran sus dichos.
Pero aunque así hubiera sido, si la diferencia en la tasa de interés ofrecida era tan grande con respecto a las demás, alguna sospecha tendría que haber detonado en cualquier profesional en el manejo de las finanzas.
Públicas o privadas.
Instancias reconocidas por la propia CNVB han resultado ser millonarios fraudes, con miles de damnificados, precisamente por ofrecer instrumentos cuya rentabilidad no es congruente con la realidad financiera nacional.
Infinidad de casos se han dado en este país, como ejemplo contundente de lo anterior, apenas en las últimas dos décadas.
Y entonces ¿qué pasó?
Esto huele, hiede, apesta, a uno más de los tradicionales amarres entre servidores públicos y empleados de empresas financieras quienes ganan jugosas comisiones por los altos saldos que manejan como ejecutivos de cuenta y le reparten por fuera un porcentaje a quien desde la Secretaría de Finanzas decide en dónde invertir el supuesto dinero del pueblo.
Ese que, ya vimos, para desgracia de los poblanos se sigue manejando como si fuera propiedad privada.
Ahora, a esperar lo que se pueda recuperar, en el tiempo en el que se pueda recuperar, como si la realidad de las finanzas estatales estuviera para darse semejantes lujos.
El juicio perdido ante la SHCP por 2 mil 600 millones, es otra historia de terror.
Ya habló el gobernador Salomón de “omisiones” que se van a investigar a fondo, hasta sus últimas consecuencias.
Estas “omisiones” tampoco son casuales, mucho menos fortuitas.
Aquí también apesta a complicidades y mucha corrupción.
Es apenas la punta del Iceberg.
Mucha más mierda va a salir de todo esto en los próximos días.
Y las salpicaduras serán de antología.
Si Miguel viviera ¡uff!
Por lo menos se ahorró el asco que le hubiera dado el enterarse de cómo lo traicionaron muchos a quienes, en su momento, les dio su confianza absoluta para manejar las áreas prioritarias y más importantes de su gobierno.
Y lo peor: cómo se enriquecieron aprovechando, manipulando y pervirtiendo esa cercanía.
Lo que nos falta por ver.