Por Valentín Varillas
No puede haber la menor duda.
Mucho menos en el círculo de estrategas y operadores principales del presidente.
Ha quedado definida cuál debe de ser la ruta crítica a seguir, si el Movimiento de Regeneración Nacional quiere ganar la gubernatura y las posiciones políticas más importantes que estarán en juego en Puebla en el 2024.
Y por lo mismo, abonar a la continuidad de la 4T en Palacio Nacional.
Los números en términos de política real, la única que de verdad cuenta la momento de definir vencedores y vencidos en las urnas, son demoledores.
Aplastantes.
Y arrasaron como tifón a quienes ilusamente piensan que los triunfos en estos tiempos se dan ocupando posiciones de relumbrón, heredando derechos bajo la lógica de la realeza, mostrando inservibles blasones y escudos de armas o bien, vendiéndose como efectivos operadores, cuando en los hechos han fracasado en todas y cada una de las importantes encomiendas que se les han encargado.
No, no va por ahí.
De entrada, porque este es un tema de resultados concretos.
De números fríos.
De tener éxito o fracasar en una coyuntura única, específica, irrepetible, en donde un mal cálculo o una fallida estrategia arrojan resultados definitivos: irreversibles.
Al presidente le gusta ganar, lo más posible y sí se puede todo, absolutamente todo.
Poner a su sucesor es una auténtica obsesión por muchos factores.
De entrada lo obvio: el heredar a sus más cercanos las posiciones de poder de mayor influencia en el país.
Pero además, en términos de percepción, es consciente de que a pesar de que no va a aparecer directamente en la boleta, la elección del 24 será un referéndum a su gobierno.
Una evaluación directa y precisa a la transformación que él y solo él encabeza.
De ahí que no pueda haber un solo cabo suelto.
López Obrador dependerá de quien le garantice sumar en la consecución de todos estos objetivos.
Más allá de cariños, amiguismos, compadrazgos, complicidades y demás.
Para ellos, siempre habrá premios de consolación.
Para ganar, hay que dejar operar a quien tiene realmente los hilos y el manejo de todos los factores que al momento de la verdad puedan conseguir votos contantes y sonantes en sus respectivas entidades.
No sé en otros estados cuál sea la realidad que se viva en términos de quién o quiénes puedan ser los generales que más abonen al triunfo de sus respectivas batallas.
Esas que, sumadas, definen a quien se impone en la guerra.
Aquí en Puebla, ha quedado ya muy claro.
Qué mal para quienes todavía no pueden o quieren entenderlo.
Peor, para quienes en su soberbia, no sean capaces de leer con frialdad esta coyuntura y se monten en el caballo equivocado.