Por Valentín Varillas
El penoso actuar de alguno de los que se sienten ya con los tamaños para figurar en el proceso de sucesión en el gobierno estatal al interior de Morena, debe de verse bajo la óptica de sus respectivos apetitos políticos personales.
Se han vuelto muy básicos, elementales, predecibles.
Sacrifican ideología, principios y no entienden de vocación democrática.
Para ellos, se trata de chambismo puro.
Normal.
Se formaron en la lógica priista de hacer política, es decir, en los sótanos del tricolor. En su ADN prevalece el gen de la soberbia.
Sienten que se merecen todo, pero en realidad valen muy poco.
Esa soberbia los hace pensar que pueden actual al margen de la ley, que gozan de un estado de derecho de excepción y por lo mismo, que disfrutarán de impunidad eterna.
Y a la hora de la verdad, en el momento de las definiciones, restan mucho en lugar de sumar.
Ya los vimos en la coyuntura de la elección extraordinaria del 2019.
Presionaron, gritaron, patalearon, amenazaron y al final, nada lograron en lo político.
En lo mediático, sin embargo, protagonizaron ridículos monumentales.
Directa o indirectamente.
Amenazaron inclusive con salir de Morena, en busca de distintos derroteros en lo político.
No se atrevieron.
Un manotazo en la mesa, desde donde tenía que venir, los puso quietos a todos.
Y no les quedó otra mas que tragar sapos.
Hoy vuelven por sus fueros.
Crecidos en su ego, por supuestos padrinazgos de primer nivel en la política nacional.
Esos que no sirven para nada, al momento de ganar elecciones en la aldea.
Porque se trata de ganar votos y esos se obtienen ahí, en el campo de batalla, bajo la batuta del jefe político en turno.
No por decreto, compadrazgos o amiguismos.
Aquí, como en el 18 y el 19, tendrán que pesar los criterios de rentabilidad electoral.
Qué perfil garantiza la victoria de Morena en el estado y por lo tanto, le abona al proyecto presidencial del candidato de López Obrador.
Y su reacción, en caso de no obtener la nominación, también es previsible.
Jugarán las contras, tal y como lo hicieron apenas hace tres años.
Es su naturaleza.
Pero es un factor de la ecuación que debe de estar ya considerado en la estrategia electoral para el 24.
Ya se da por descontado su boicot y la verdad es que, en su valoración cuantitativa, no afectarán para nada el potencial de votos de quien compita en las urnas para suceder a Miguel Barbosa.
Esto, lejos de lamentarlo, tendrán que celebrarlo al interior del partido en el gobierno.
Sería el momento perfecto para llevar a cabo una urgente y necesaria limpia de indeseables al interior del Movimiento de Regeneración Nacional.
Y es que, se les agota el cargo y andan nerviosos.
Saben de sobra que no están ahí por méritos propios.
Que en el 2018, se colgaron de la popularidad de López Obrador, para obtener posiciones y cargos políticos que de otra manera, cuando eran matraqueros tricolores, e incluso cuando formaron parte de la versión más corrupta del PRI, jamás hubieran obtenido.