25-04-2024 11:54:21 AM

AMLO-Sheinbaum; realidades distintas

Por Valentín Varillas

La jefa de gobierno de la CDMX es y ha sido siempre la favorita del presidente en la carrera por la sucesión.

De eso no hay duda.

Aunque la dinámica de la política actual reducen cada vez más la fecha de caducidad de los análisis, López Obrador ha mandado señales claras, duras, contundentes, en términos de por quién se va a decantar.

Sin embargo, los asesores y estrategas de Palacio Nacional se han topado con un problema mayúsculo: la imagen y popularidad de quien decide y la de quien parece ser su carta para competir en el 2024 viven realidades distintas.

AMLO se fortalece cada vez más en las encuestas.

A estas alturas de un sexenio, el crecimiento de 5% reflejado en las más recientes encuestas es, por decir lo menos, atípico.

A pesar del desgaste natural de más de tres años de gobernar.

A pesar del monumental fracaso en materia de seguridad pública.

A pesar de los muertos por la pandemia y la crisis económica generada por el virus.

Culpa o no del gobierno, en el imaginario colectivo de los ciudadanos y pasa en cualquier lugar del planeta, esta “tormenta perfecta” tendría como consecuencia natural un costo político importante.

No para López Obrador.

Sus salvavidas fueron la victimización por los supuestos fracasos, tanto del proceso de Revocación de Mandato, como de la Reforma Eléctrica.

Sheinbaum vive una realidad completamente distinta y por lo mismo, muy complicada.

El jefe del ejecutivo federal ha “placeado” a quienes suenan para ser candidatos de Morena a la presidencia de la República, enviándolos a apoyar a los abanderados de ese partido en aquellos estados en donde habrá elecciones.

El objetivo claro es que tengan reflectores nacionales.

Una exposición pública más allá de la capital del país -en donde se centra su trabajo- y a partir de ahí convertirlos en productos electorales potencialmente rentables; competitivos.

Todos estos beneficios no le han sumado a la consentida del presidente.

Al contrario.

En la Ciudad de México, su bastión político, el núcleo en donde en teoría se concentra su fuerza como líder y gobernante, se cae escandalosamente.

Cayó 5% de acuerdo a las encuestas.

Curiosamente, en la misma proporción en la que sube su jefe y amigo.

Los habitantes de la capital desaprueban cada vez en mayor medida el trabajo de quien los gobierna.

Y eso es demoledor en la lógica de una elección presidencial.

Perder semejante capital político en la segunda zona geográfica que más votos aporta al padrón nacional, no es el mejor escenario para quien pretende gobernar el país.

Porque la tendencia es y ha sido por un buen tiempo a la baja.

A pesar del blindaje que López Obrador le ha dado en el tema de la tragedia de la Línea 12 del Metro y que le ha servido a la jefa de gobierno como paracaídas para evitar un desastre todavía mucho mayor.

Falta tiempo para que llegue el momento de la decisión.

La realidad de Sheinbaum no es todavía una catástrofe, pero ya ha prendido los focos rojos en la oficina principal de Palacio Nacional.

Se busca que la elección presidencial sea un día de campo para el candidato o candidata oficial.

Quieren ganar por paliza, que no quede duda de que el respaldo popular a AMLO y su transformación es claramente mayoritario.

Para eso, echarán mano de toda la capacidad de operación electoral y de recursos del gobierno federal y de los 24 estados que controlará políticamente Morena y sus aliados.

Esos factores están ya, prácticamente amarrados. 

Falta uno, que sin duda tiene un muy importante peso específico en la resolución de la ecuación: el reto de elegir al mejor candidato.

No al favorito, el que sea producto de un capricho, por muy cerca que se encuentre del círculo más íntimo y los quereres de quien tomará la decisión.

Simplemente, el mejor será el que, en términos de política real, garantice el mayor número de votos

Aquí, que no se nos olvide, lo único importante es ganar.

No sirve de nada competir.

 

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