Por Alejandro Mondragón
Inédito por todos frentes este proceso electoral local en Puebla, aunque no camina nada bien.
Arrancaron las campañas con candidatos/as en impugnación, en medio de guerra de guerrillas en redes sociales y con más entusiasmo que ideas.
Por vez primera, el odiado PRI se une al repudiado PAN con la suma del PRD y los partidos morenovallistas de Compromiso por Puebla y Pacto Social de Integración.
Morena, cuyas tribus, excluyeron al gobernador del estado de posiciones, sin considerar la fuerza e influencia territorial en Puebla.
Una campaña taaaan corta, en la que el árbitro electoral exhibió deficiencias en la revisión de expedientes y ha sido complaciente ante las denuncias contra abanderados/as.
Golpeteo de alta intensidad que no tarda en elevarse al nivel de guerra sucia, porque para unos y otras lo que está en juego es el todo o nada.
La disputa por la capital es la clave para definir buena parte del 2024, pues quien gane tendrá el boleto para Casa Aguayo.
Eduardo Rivera Pérez fue cobijado por las dirigencias nacionales de todos los partidos que lo postulan, en tanto a Claudia Rivera Vivanco la dejaron sola en recorridos por juntas auxiliares hasta un día después que llegó la secretaria general, Citlalli Hernández para abonar en la descalificación.
También vendrá la guerra de las encuestas para orientar el imaginario colectivo hacia quién ya resulta inalcanzable.
Eso sí, mucho de lo que se juega en Puebla está en función del estado de ánimo de la Cuarta Transformación con un presidente Andrés Manuel López Obrador como jefe de la campaña contra la mafia del poder que no quiere que regrese.
Los perdedores/as eso sí ya no tendrán retorno. Entraron al callejón de las trompadas electorales con cuchillo de carnicero.
