24-11-2024 01:45:47 PM

Novedades 2021

Por Valentín Varillas

 

Cambios importantes y escenarios inéditos vamos a ver en el desarrollo del proceso electoral de este año.

Vaya reto para partidos, candidatos, pero sobre todo, para los estrategas electorales.

Muchos factores novedosos van a tener un peso específico importante en la decisión de por quién votar, por lo que tendrán que redefinir muchos de los esquemas que han llevado a la práctica hasta ahora.

De entrada, el desprestigio social de los partidos políticos es una realidad que va en aumento y que permanecerá con una tendencia a la alza a medida que se acerque el día de la votación.

Encuestas van y vienen en donde se mide directamente la confianza de los ciudadanos hacia los partidos y en ninguno de los escenarios quedan bien parados.

Este fracaso de quienes poseen todavía buena parte del monopolio de la competencia electoral se ve implícitamente en aquellos ejercicios demoscópicos que nos muestran su posicionamiento entre el electorado potencial.

El altísimo número de indecisos que reflejan, es directamente proporcional a la desconfianza que despiertan.

Por eso, como ha venido pasando en elecciones recientes, pero que en ésta se espera que se vea todavía más claro, una muy buena parte de quienes participen en el proceso, normará el sentido de su voto en función del candidato.

De ahí que los partidos estén obsesionados en competir bajo el esquema de las alianzas.

Esas que diluyen su mal nombre a través de la colectividad.

El marketing político se centra ya en la elección de frases pegajosas mediante las cuales se identifican las alianzas, resaltadas en colores llamativos y tamaños lo suficientemente grandes, como para minimizar los logos de los partidos que la integran.

Además de esto, los que resulten candidatos van a tener que buscar el voto a través de estrategias novedosas de uso de la tecnología, ante las evidentes restricciones de movilidad social que imperan debido a la pandemia.

Una auténtica reingeniería orientada a la disminución de los actos masivos y el diseño de tiros precisión que se masifiquen con el uso del internet, los dispositivos móviles y las distintas las redes sociales.

Esta realidad afectará mucho más, a aquellos partidos y candidatos cuyo voto duro se centre principalmente en zonas rurales, en donde existe un rezago importante en materia de cobertura e internet y sobre todo, no existe todavía una integración efectiva de la tecnología a muchos de sus usos y costumbres.

Y por último la pandemia.

El Covid-19 será, sin dudas, el centro medular del discurso político.

Para bien o para mal.

Dependiendo del espectro político en donde se encuentren, la materia prima de la propaganda electoral se centrará en la exageración absoluta, ya sea de los supuestos logros y avances oficiales en la materia o bien, de los yerros y omisiones.

Ahora sí, las vacunas, los infectados y los muertos, van a ser utilizados como carne de cañón electoral por quienes aspirarán a un cargo de elección popular.

Los puristas dirán que no es ético, los realistas refutarán que es imposible darle forma a una estrategia electoral que pretenda ser competitiva, sin aprovechar al máximo el enorme potencial que da explotar políticamente, el tema central de la agenda nacional.

Y del mundo entero.   

 

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