Por Jesús Manuel Hernández
Una semana de desencuentros polarizantes evidentemente, donde el gobernador ha sido puesto a prueba.
Trascendió el desencuentro derivado de la entrevista hecha por Pablo Hiriart, quien recordó aquellas frases famosas cuando el coronavirus iniciaba, usadas por los detractores de la 4T y ahora subidas a la escena nacional.
Y apareció el Barbosa respondón, que evadió la burla, se defendió, aunque, como cuando Brozo le preguntó a Mario Marín, si se sentía Benito Juárez con rumbo a Palacio Nacional, la mancha quedó.
El retorno de Emilio Lozoya y las filtraciones sobre presuntas conversaciones de Miguel Barbosa, senador, en Londres, comprometedoras, según los conocedores, que se dejarán correr para que el gobernador se baje de la nube y luego sea acomodado en el cielo de la 4T.
La escalada de Puebla en el orden nacional en temas de feminicidios y coronavirus, dos puntos que van seguir siendo la piedra en el zapato del sexenio, y aún con el titular de seguridad ausente, por haberse contagiado, y un vacío en la explicación de porqué se fue el anterior Secretario de Salud. ¿Cómo se llamaba?
La guinda puesta en el gobierno por Claudia Rivera en entrevista a El Sol de Puebla coronada por la cabeza “No le tengo miedo al gobernador”, una premisa que rebotó en un escenario periodístico despreciado por el gobierno, El Sol de Puebla, inútilmente descartado por el Ejecutivo en su mañanera aldeana.
Un notable acierto del titular de la SEP, Melitón Lozano Pérez, al despejar dudas sobre el regreso a clases, quizá impopular, pero nunca mejor dicho en tiempo y forma, pues quién puede rechazar priorizar la salud.
Y de la mano el enfrentamiento del débil colectivo empresarial, dispuesto a escudarse en la pobreza frente al cierre de negocios. ¿Primero las utilidades o la salud?, pareciera ser la incógnita.
Quizá si los empresarios y sindicatos vinieran de liderazgos naturales, democráticos y no dogmáticos y morenovallistas, otro gallo cantaría.
O por lo menos, así me lo parece.