Por Valentín Varillas
A diferencia de sus correligionarios, el senador Monreal está preocupado por el proceso electoral del próximo año.
Difiere con sus aliados en el diagnóstico de que, el 2021, será simplemente un engorroso trámite y que, con la camiseta – como lo hacía el viejo PRI- el partido en el gobierno mantendrá sin problemas la mayoría en la cámara de diputados federal.
A diferencia de otros tiempos, los de Yeidckol, hoy Monreal tiene mucha injerencia de lo que sucede al interior de Morena: acceso a números, encuestas, análisis de prospectiva y al famoso “diagnóstico de unidad”.
Se trata de una radiografía realista, que indica la lógica con la que se mueven los distintos grupos que interactúan en el partido y adelanta situaciones de ruptura potencial que pudieran ser un obstáculo en la consecución de los objetivos electorales.
A partir de su triunfo en el 2018, el partido en el poder ha enfrentado un intenso proceso de canibalismo político, en donde ellos mismos se han hecho trizas.
El agotamiento de la figura de Yeidckol Polevnsky como líder partidista ha sido un factor.
Otro, el descarado desaseo en las asambleas distritales, fundamentales en las renovaciones de las dirigencias estatales y a su ves, en la designación del nuevo Comité Ejecutivo Nacional.
Los retrasos debido a la pandemia, tampoco ayudan, al contrario; han servido para ahondar todavía más la división entre tribus.
Hay sin duda, otros temas que le preocupan a Monreal.
La caída sistemática en los indicadores de aprobación y aceptación del presidente, son una muestra contundente del adelgazamiento del blindaje con el que llegó a gobernar.
La tendencia a la baja se veía ya inclusive antes de la llegada del coronavirus al país.
Las consecuencias sanitarias, económicas, de seguridad pública y de impacto social que arrojen el virus, tendrán un costo político importante para el grupo en el poder, sobre todo en un país en donde el escenario parece particularmente oscuro y a largo plazo.
La baja calificación ciudadana a los gobiernos municipales y estatales emanados de Morena, es un factor que le jugará en contra al partido.
El próximo año, en las urnas, serán sometidos a un demoledor referéndum.
La óptica de Monreal sobre lo que les depara el próximo año, parece ser compartida por los asesores políticos del presidente y hasta por López Obrador mismo.
La preocupación de Palacio Nacional en torno a la elección se ha dejado ver en decisiones aberrantes como: aprobar una alianza electoral con el PVEM, cuando en el 2018 los simpatizantes de AMLO exigían que se le retirara el registro.
También en el reciente embate presidencial en contra del INE, instancia encargada de la organización y calificación del proceso.
Súmele la prisa del presidente por regresar a sus giras de trabajo por el interior del país, cuando las cifras indican, de manera consistente, altos históricos en el número de infectados y fallecidos.
El riesgo es enorme, pero en la óptica oficial, no se compara con el verdadero escenario apocalíptico para ellos: perder la mayoría legislativa y buena parte de las posiciones de poder conquistadas a lo largo y ancho del país, apenas en el 2018.
Esta es su verdadera prioridad.
Pase lo que pase y al costo que sea.
Y saben que, de plano, las cosas no caminan nada bien.
Y pueden ponerse mucho peor.