Por Valentín Varillas
Sucedió en enero de 2013.
Rafael Moreno Valle buscaba un golpe mediático espectacular que impulsara electoralmente a quien era un hecho que se convertiría en su candidato a la alcaldía, José Antonio Gali, para garantizar su triunfo y perfilarlo como su sucesor en el 2016.
“Encarcelar a Mario Marín”- fue el veredicto unánime de los asesores y miembros de su círculo más íntimo.
Al entonces gobernador le pareció de maravilla.
No le importaba romper con el pacto de impunidad signado en aquella transición de poderes, que consistía en el encarcelamiento de Alfredo Arango, un personaje prescindible para el marinismo y que resultaba fácilmente negociable al verdadero grupo cercano del ex gobernador.
Se necesitaba algo más.
Algo que rompiera las primeras planas de los principales medios, locales y nacionales, dando un golpazo tremendo en términos de opinión pública y publicada.
Meter al villano público número uno de la política nacional a la cárcel, cumplía con el objetivo a cabalidad.
Sin embargo, dentro del núcleo morenovallista, había alguien que no estaba muy de acuerdo con la estrategia.
Luis Maldonado le hizo saber su preocupación a su entonces jefe y amigo.
Golpear a un cuadro priista, por desprestigiado que estuviera, en las antípodas del regreso del tricolor a Los Pinos, podía no ser bien visto por la presidencia.
Sugirió entonces que el tema lo platicaran con una amiga en común: Elba Esther Gordillo.
La reunión se llevó a cabo poco después.
Paradojas de la vida, la maestra vivía sus últimos días en libertad.
Más allá de las cuestiones de tipo político, Gordillo Morales basó su negativa a proceder al encarcelamiento de Mario Marín en un concepto demoledor en política: “el efecto boomerang”.
Según ella, todo lo que hagas mientras estés en la cima del poder, lo pagarás tú o los tuyos cuando la inevitable rueda de la fortuna gire y te coloque abajo.
La propia Elba Esther, sin saberlo, estaba decretando su futuro inmediato.
Rafael, por su parte, aceptó a regañadientes no proceder en contra de su antecesor.
Él creía realmente que podía generar las condiciones necesarias para permanecer, directa o indirectamente en la cima del poder político, a nivel local y nacional.
La vida tenía otros planes.
Ahora, el grupo cercano a Moreno Valle sufrirá aquel efecto boomerang que en su momento vaticinó Elba Esther.
Las reses se han convertido en carniceros y en el matadero ya se afilan los cuchillos.
La lista de quienes enfrentarán el inevitable ajuste de cuentas con el pasado ya ha sido palomeada y se diseñó con base en pruebas irrefutables de actos de corrupción cometidos en distintos momentos del llamado “morenovallismo”.
No será únicamente un asunto de tipo mediático, como ha sucedido tantas veces en la historia política de Puebla.
Tampoco estará basado en demandas hechas al vapor, por consigna, con el único fin de generar desprestigio a quienes serán indiciados.
Se hará todo, según palabras del propio gobernador “hasta sus últimas consecuencias”.
El compromiso implícito se dio cuando hizo uso de la palabra durante el informe de Claudia Rivera Vivanco.
Al recriminarle sobre su negativa a iniciar procedimientos legales en contra de sus antecesores, Miguel Barbosa da a entender que él sí lo hará y que éste tema será la base discursiva, la columna vertebral de su primer informe de gobierno.