Por Valentín Varillas
El mensaje con motivo del primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, mantuvo muy ocupados a sus opositores en redes sociales, quienes estuvieron un par de días muy activos subiendo toda clase de críticas en contra del presidente.
Mentiras arteras, medias verdades, memes y demás, sirvieron de materia prima para darle forma a auténtica catársis, que ayudó para que los anti-AMLO desahogaran parte del enorme enojo y frustración en la que viven, desde que más de 30 millones de mexicanos optaron por un cambio de régimen en el país.
Es natural.
Sin embargo, sería muy sano que se tomaran un momento para analizar el por qué Andrés Manuel López Obrador arrasó en el última presidencial.
Cómo su figura generó un arrastre demoledor, que le permitió a su partido aplastar a sus adversarios en las dos cámaras del legislativo federal, en gobiernos estatales y municipales, además de congresos locales.
No debe ser difícil que concluyan que, semejante mensaje expresado en las urnas va de la mano del enorme hartazgo ciudadano hacia los gobiernos emanados de PRI y PAN.
Sí, en México terminamos hasta la madre de esta dupla que se quedó cortísima en dar resupuestas efectivas en el ejercicio de sus respectivas administraciones y que hoy pontifican, erigiéndose en severos jueces, cuando fracasaron rotundamente al momento de dar resultados.
Ensayaron hasta la saciedad el iluminismo apantallador, el de los grandes proyectos de saliva que nunca se realizaron, el del engaño sistemático, el de la careta permanente, el del rollo interminable y la simulación constante.
En su momento fueron ellos los políticos del “cambio”, aquellos que en su momento engañaron al electorado vendiendo en el discurso que “harían las cosas como nunca” pero que en la práctica resultaron iguales a los de siempre: deshonestos, ineficientes, incompetentes e inoperantes.
¿Cómo volverles a dar la confianza?
¿Por qué querer seguir repitiendo la fórmula?
Hacer sistemáticamente lo mismo, esperando resultados diferentes, es la definición de la locura.
¿Y entonces?
¿No era natural optar por algo distinto?
Con todos los riesgos que un cambio real implica, con la posibilidad inclusive de mutar para mal, no había nada peor que seguir en la misma dinámica comformista.
Nada peor que continuar estrellando la cabeza contra la pared, año tras año, sexenio tras sexenio.
Es evidente que hay fallas, omisiones, errores.
No se votó por la perfección, por aquellas absurdas quimeras que a su paso dejan únicamente desazón, dolor, tufos de engaño y sobre todo, los mismos e históricos pendientes.
Parece claramente que la mayoría lo entiende.
Reconociendo por un lado que quedan todavía en el “debe” temas fundamentales de urgente atención, la contundente mayoría de los mexicanos sigue apoyando al presidente.
Más de un 70% de aceptación y una intención de refrendo del voto del 74% en caso de someterse a la revocación de mandato, son cifras que no dejan lugar a dudas.
Limpiar la casa no debe ser fácil, después del cagadero acumulado por más de 70 años de pésimos gobiernos.
¿No les gusta AMLO?
Échenle la culpa a los que ya se fueron.
Lo hicieron tan mal, que al final acabaron siendo los mejores publicistas de su tan odiado “Peje”.