Por Jesús Manuel Hernández
Hecho sin precedentes la detención por dos meses de Rosario Robles Berlanga la mañana del martes 13 de agosto. Primer atisbo de que la impunidad en México tendrá un alto.
Días antes los observadores consideraban que los casos de Emilio Lozoya y Rosario Robles eran el camino para llegar al núcleo de los negocios del gobierno de Peña Nieto.
Es obvio que el papel de Rosario Robles no fue derivado de una acción personal, su desempeño como operadora política del peñismo formó parte de una estrategia donde la Sedesol fue clave en el reparto del dinero que por supuesto pasó por Puebla.
Quizá vuelvan a ser puestas en valor las grabaciones divulgadas entre Juan Carlos Lastiri Quiros y su jefa, y donde los delegados en Puebla, Juan Manuel Vega Rayet y Lorenzo Rivera, podrían salir salpicados.
Recordemos que el propio Peña Nieto le encargó en acto público a Rosario Robles hacerse responsable de la atención de las gestiones de Rafael Moreno Valle Rosas sobre todo cuando las afectaciones del huracán Earl, la lucha contra el hambre, los programas de Prospera, vivienda, etcétera.
Si como dijo Andrés Manuel López Obrador, es un logro que no haya más impunidad, habrá que ver si esa misma tendencia llega a Puebla de la mano de la 4T y hasta dónde se ven involucrados los actores poblanos en la llamada “Estafa maestra”, pues Puebla fue una de las entidades más beneficiadas por Rosario Robles.
Habrá que despejar si el dinero fue para cumplir con los programas sociales, o para apoyar el proyecto político del gobernador en turno.
Y entonces las investigaciones podrían bajar a los casos de Trinidad Barrón en el tema de las becas, Juan Manuel López Arroyo y Gumaro Sandré en Vivienda, y otros en las guarderías, todos cercanos a Rosario Robles.
De no ser así, tomará fuerza la otra versión sobre la detención de Robles Berlanga: se trata de una venganza personal.
O por lo menos, así me lo parece.