29-03-2024 01:37:45 AM

Política y futbol: un maridaje perverso

Por: Valentín Varillas

De la mano, han caminado por décadas buscando beneficios mutuos.

Juntos han transitado del odio al amor y viceversa, irremediablemente ligados por intereses completamente ajenos a su verdadera razón de ser.

Sin embargo, a partir de que con mayor fuerza de ha politizado el futbol, o bien se ha “futbolizado” la política -como usted prefiera-, las cosas no han salido bien ni para uno ni para el otro.

Cuando mayor ha sido la intromisión de políticos en este deporte, peores los resultados y aquellos que han intentado colgarse del futbol con fines políticos, igual han fracasado de manera rotunda.

Desde aquellos oscuros tiempos de Piña Olaya, cuando el guerrerense gobernador de Puebla siguió el mandato de Televisa y para evitar una madriza mediática en su contra, emprendió una guerra sin cuartel contra Emilio Maurer y el equipo, que lo obligó inclusive a jugar como local fuera del estadio Cuauhtémoc.

Una vez consumada la estrategia de sacar a Maurer de la Federación, con cárcel de por medio, Piña tuvo mucho que ver en la venta del equipo a dos títeres del consorcio televisivo como lo fueron aquellos hermanos Thoma Kiwus, quienes protagonizaron una de las etapas más oscuras del fútbol poblano.

puebla03dicLuego llegó Bartlett y con la consigna de borrar cualquier cosa que estuviera relacionada con su antecesor, obligó moralmente a su constructor consentido, José Abed Rouanett, a quedarse con el equipo.

Abed, a cambio, amarró los más atractivos contratos de obra pública de aquel sexenio.

El ridículo fue mayúsculo: se modificó el color de la tradicional franja azul a naranja, los colores distintivos de la constructora del entonces nuevo capo del futbol poblano y el equipo ocupó el último lugar de la tabla en aquel penoso torneo 95-96.

Luego Melquiades, ya como gobernador, tuvo mucho que ver en el proceso de convencimiento para que los empresarios Francisco Bernat y Enrique Regordosa se quedaran con semejante papa caliente.

Por debajo del agua, el gobierno de Melquiades generó siempre esquemas para inyectarle recursos al Puebla, lo que no fue suficiente para evitar los dos descensos que caracterizaron la patética era Bernat.

El desaseo en el manejo financiero del club y la desesperación de los socios, entre ellos ya la famosa “chiquillada”, le abrió la puerta a la compra del 49% del paquete accionario del equipo por parte de Mario Marín, a través de Ricardo Henaine.

La inyección de dinero público fue en esta ocasión descarada y sólo generó el encono y la división entre los socios.

Bernat, encarcelado por Henaine por presuntos malos manejos, no tuvo más remedio que “vender”, dejando el control absoluto del fútbol local en manos del marinismo.

Y en este contexto llegó la transición política a Puebla.

En su discurso de toma de posesión como gobernador, Rafael Moreno Valle etiqueta a Henaine como enemigo personal del nuevo régimen y así comienza un estira y afloja de dos años que culmina con la salida del empresario.

El socio minoritario del Puebla, Jesús López Chargoy, se convierte entonces en el alfil del gobernador para tener el control absoluto del equipo.

Constructores consentidos en la gestión de Enrique Agüera, los hermanos López Chargoy le entran al quite e inyectan recursos gracias a la intermediación del hoy exrector.

El gobierno de Moreno Valle adquiere un súbito interés por el futbol.

Puebla se convierte en sede del premundial Sub 20 de la Concacaf y la asistencia del gobernador y su equipo más cercano se vuelve casi una constante.

De repente, todos eran ya, por decreto, futboleros.

Lo anterior perfiló el proyecto de remodelación del estadio y sus 700 millones a cuestas del erario.

Como le contaba ayer, luego vino la liguilla y sigue la intentona de sumar los potenciales logros deportivos del equipo y a la propia afición, a la arena electoral del próximo año.

Limpiar el futbol de política y políticos, debería se una prioridad.

Únicamente así, habrá resultados concretos en lo deportivo a la largo plazo y no esporádicos destellos de buen desempeño, que nada más hace soñar a una afición que se merece mucho más y que recibe, torneo tras torneo, decepción tras decepción.

abajovale

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