Por: Jesús Manuel Hernández
Producto de la casualidad o de la torpeza o de la ausencia de estrategia, asignatura pendiente entre los políticos mexicanos. Enrique peña Nieto y Rafael Moreno Valle siguen usando la ropa confeccionada por el mismo sastre, se parecen tanto, que seguramente acuden al mismo Gran Oriente en busca de la felicidad y la armonía de sus acciones.
El presidente se mantuvo en la primera línea de los reflectores gracias al servicio que el hizo Virgilio Andrade en quien se cumple la sentencia aquella de “poderoso caballero es don dinero”.
Don Virgilio no encontró conflicto de intereses más que en su cercanísima relación con la familia presidencial y el poder de Los Pinos, total, el que sigue pagando el costo político de los errores es el propio presidente.
Y en Puebla el gobernador no quiere ser menos en eso de atraer los reflectores nacionales.
En qué cabeza cabe, que si los deseos de Moreno Valle con llegar a la candidatura presidencial, imponga tantos candados a las candidaturas independientes, que finalmente no son un riesgo en Puebla.
Puebla ha aparecido en los últimos tres días a la cabeza de la intolerancia en cuanto a la democracia se refiere gracias a la imposición, el autoritarismo del gobernante en turno para que nadie se salga del patrón de conducta, y si para conseguirlo hay que convertirse en el negro de la feria, pues adelante.
El nombre de Rafael Moreno Valle ha sido citado en los últimos días por un buen número de comentaristas, analistas y columnistas en relación al exceso de candados impuestos a la opción de candidaturas independientes.
La opción de ser duro, vertical en sus decisiones e intolerante a la crítica le viene acumulando un buen número de puntos negativos, la descalificación observada en las últimas elecciones debe haber puesto ya los focos rojos en el equipo de Antonio Gali, quien sin deberla, parece que estará destinado a recoger las varas que va dejando el gobernador a su paso.
El último caso, en el atrio de la Basílica Catedral, donde los fotógrafos y reporteros fueron impedidos de abordar al gobernador cuando caminaba en la vía pública, desde el presidium a la escalera del Sagrario, no fueron los únicos, también los fieles devotos de San Nicolás de Bari y quienes acuden a orar al Santísimo los lunes sufrieron del exceso de poder del gobernante que no ve ni arriba, ni abajo, ni a los lados, sólo su reflejo en el espejo… En fin.