Por: Alejandro Mondragón
El Yunque (o lo que ya queda) mantuvo la institucionalidad y decretó respaldar a Ricardo Anaya en la elección del sucesor de Gustavo Madero en el PAN.
No va con Javier Corral. Es un hecho.
Dos de sus principales operadores están más cerca de Anaya que los propios aliados de Gustavo Madero y Rafael Moreno Valle: Juan Manuel Oliva maneja la estrategia de Anaya en la influyente zona del Bajío, mientras Josefina Vázquez Mota se integró a la burbuja anayista.
Nada contento debe andar el inquilino de Casa Puebla.
No es necesariamente el proyecto que le ofreció Anaya, pues -como Madero- nada más le entregó una posición visible: Genoveva Huerta.
Y se sabe que en el nuevo Comité Ejecutivo Nacional del PAN no tendrá cabida el real operador de medios de Rafael Moreno Valle: Marcelo García Almaguer.
Cobijarse en El Yunque, ante los madrazos presidenciales en el PAN, parece ser una señal de que Anaya ya se creyó su papel de ser el líder imparcial para el 2018 o esperar que Madero y Moreno Valle se despedacen para ser la tercera vía.
Es cierto que la planilla del joven Anaya parece plural dentro del PAN, pero no se debe olvidar que la batalla para que él fuera el candidato con 58 por ciento de las preferencias partidistas obedeció a la chinga que se llevaron Madero y Moreno Valle para enfrentar precisamente a quienes Ricardo les abrió la puerta en su equipo.
En Puebla, la causa anayista la llevan los yunquistas que tanto odian los morenovallistas.
Se confirma la máxima: en los juegos de poder a veces resulta más rentable ser enemigo que amigo, ¿verdad, Anaya?
